“El Señor nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su majestad, y hemos oído su voz que salía del fuego. Hoy hemos visto que un simple mortal puede seguir con vida aunque Dios hable con él”. Deuteronomio 5:24.
Desde
el huerto de Edén Dios dio a conocer muchos elementos de su gloria. Se reveló como el Dios creador, el Dios
todopoderoso, el Dios soberano, justo y santo.
Mostró su bondad y su gracia, y al mismo tiempo su rechazo al pecado. Esos eran simplemente algunos reflejos de su
gloria, porque toda la gloria de Dios aún esta a los ojos de la humanidad. Pero
Cristo vino y por medio de sí mismo hizo la purificación de nuestros pecados
(Hebreos 1:3), y de este modo nos abrió el camino y tenemos acceso a Dios.
Ahora
en Cristo vemos no solamente los reflejos de la gloria de Dios, sino el
resplandor gloriosos de su propia naturaleza.
Él es Luz y Amor (1ª Juan 4:8; 1:5). Al considerar la Persona de Cristo
en la Biblia podemos discernir la gloria moral del hombre perfecto y al mismo
tiempo el resplandor de la gloria de Dios su Padre. Por eso le adoramos y esperamos el momento en
que le veremos con nuestros propios ojos, cara a cara “a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la
muerte por todos” (Hebreos 2:9).
Todos
hemos sido participantes de recibir la gloria del hombre por cualquier acto que
pudimos realizar, esa gloria quedará en nada (Mateo 6: 1, 2, 5, 16); al
contrario mostrar la gloria de Jesús por la salvación dada a los hombres tiene
validez “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por
Jesucristo, a quien pertenecen la
gloria y el imperio por los siglos de
los siglos” (1Pedro 4:11). Lector, al arrepentirse y clamar perdón, Dios
lo perdona; le da la vida eterna, y así Él lo utilizaría y se
glorificaría en usted (Juan 16:13-15). Por favor no tarde más en dar la gloria
a Jesús, acepte a Cristo como su salvador.
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