A
veces sucede que por simpatía, por conveniencia o porque estamos directamente
involucrados, vamos al cementerio para acompañar a un difunto a su última
morada terrenal. A menudo encontramos viejos conocidos. Luego nos separamos,
pensando quizás: « ¿La próxima vez me tocará a mí? ». La vida humana se presenta como una cuenta
regresiva. El proceso de envejecimiento y muerte en realidad empieza desde
nuestro nacimiento, con dos incógnitas mayores: el momento de la partida y el
destino final. ¿Qué hay después de la muerte? ¡Esa es la gran pregunta! La
Biblia responde mediante una palabra: “el juicio” (Hebreos 9:27). Por lo tanto,
no todo se acaba cuando se sella una lápida. Si el cuerpo que es polvo vuelve a
la tierra, el espíritu vuelve “a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7).
Al
igual que los demás, el creyente no sabe cuándo se acabará su vida terrenal.
Pero en cuanto al más allá, tiene las certezas sacadas de la Biblia. Debido a
esto el creyente puede considerar su propia muerte sin temor, pues está listo.
El juicio que le esperaba en el más allá fue llevado por otro aquí en la
tierra. Jesús, el Hijo de Dios, fue castigado en su lugar y llevó sus pecados.
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”
(Romanos 8:1). Basta aceptar con fe la salvación que Jesús ofrece gratuitamente
por amor a todos los que se acercan a él.
El precio lo pagó Él, muriendo en la cruz del
Calvario.
La
historia del rico y el pobre Lázaro
presenta la realidad del destino humano: la muerte y su destino en el cielo o
en el infierno “Aconteció que murió el
mendigo, y fue llevado por los ángeles
al seno de Abraham; y murió también el
rico, y fue sepultado. Y en el Hades
alzó sus ojos, estando en
tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces,
dijo: Padre Abraham, ten
misericordia de mí, y envía a Lázaro
para que moje la punta de su dedo en agua,
y refresque mi lengua; porque
estoy atormentado en esta llama...” Lucas 16:20-21. ¿Dónde estará usted?
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