sábado, 14 de diciembre de 2013

“VENIR EN POS DE JESÚS”



“Si alguno quiere venir en pos de mí,  niéguese a sí mismo,  y tome su cruz,  y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida,  la perderá;  y todo el que pierda su vida por causa de mí,  la hallará.  Porque  ¿qué aprovechará al hombre,  si ganare todo el mundo,  y perdiere su alma?  ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Mateo 16: 24-26.

     Por naturaleza el YO se sienta en el trono de nuestras vidas.  Yo haré esto o aquello, manejo mi propia vida; pero olvidarse de los intereses egoístas es negarse a sí mismo, para ir en pos de Jesús.

    Tomar su cruz no es un adorno hermoso para poner en el cuello como protección o adorarla para que me haga milagros; tampoco son los sufrimientos de la vida. La cruz es un instrumento de muerte, doloroso y vergonzoso (Fil 2: 5-8).   

   Cada creyente en cierta manera debe tomar la cruz de Cristo, un testimonio en sumisión, de rechazo, de burla, de persecución;  en obediencia y devoción, en un servicio feliz con todo lo que poseemos. Si tratamos de salvar nuestra vida para nosotros mismos callándonos, esto posiblemente  muestra que nunca nos hemos arrepentido seriamente de nuestros pecados. No anunciar de Cristo, el mundo estará conforme con nosotros y no nos hará daño.  ¿Ganar el mundo? Judas perdió su alma por 30 piezas de plata  ¡Y perdió la plata  también! (Mt 27:3). Pilato perdió su alma por un palacio y popularidad ¡También Perdió todo! (Juan 19:12) El joven rico perdió su alma por las riquezas, ¡cuando murió, no llevó nada¡ (Marcos 17:25).

   Al contrario,  un verdadero cristiano anuncia de Jesús, aunque sufra oposición, muerte, es encontrar y guardar la vida en la eternidad.  Cristo perdió su vida en la cruz por usted y por mí, derramó su sangre para el perdón de nuestros pecados; pero el Padre lo resucitó y ¡ganó! (Mateo 16:21; Efesios 1:7) ¿Usted lector no quiere perder su vida y ganar la vida eterna?  Arrepiéntase, clame perdón y acepte a Cristo como su Salvador; porque la cruz de Cristo fue de  redención para nuestras almas, para no ir al infierno. Su sufrimiento por salvarnos es su ejemplo, para que sigamos sus pisadas, llevando el verdadero Evangelio.

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