“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su
vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de
mí, la hallará. Porque
¿qué aprovechará al hombre, si
ganare todo el mundo, y perdiere su
alma? ¿O qué recompensa dará el hombre
por su alma?” Mateo 16: 24-26.
Por naturaleza el YO se sienta en el trono de nuestras vidas. Yo haré esto o aquello, manejo mi propia
vida; pero olvidarse de los intereses egoístas es negarse a sí mismo, para ir
en pos de Jesús.
Tomar su cruz no es un adorno hermoso para poner en el cuello como
protección o adorarla para que me haga milagros; tampoco son los sufrimientos
de la vida. La cruz es un instrumento de muerte, doloroso y vergonzoso (Fil 2:
5-8).
Cada
creyente en cierta manera debe tomar la cruz de Cristo, un testimonio en
sumisión, de rechazo, de burla, de persecución;
en obediencia y devoción, en un servicio feliz con todo lo que poseemos.
Si tratamos de salvar nuestra vida para nosotros mismos callándonos, esto
posiblemente muestra que nunca nos hemos
arrepentido seriamente de nuestros pecados. No anunciar de Cristo, el mundo
estará conforme con nosotros y no nos hará daño. ¿Ganar el mundo? Judas perdió su alma por 30
piezas de plata ¡Y perdió la plata también! (Mt 27:3). Pilato perdió su alma por
un palacio y popularidad ¡También Perdió todo! (Juan 19:12) El joven rico
perdió su alma por las riquezas, ¡cuando murió, no llevó nada¡ (Marcos 17:25).
Al
contrario, un verdadero cristiano anuncia
de Jesús, aunque sufra oposición, muerte, es encontrar y guardar la vida en la
eternidad. Cristo perdió su vida en la
cruz por usted y por mí, derramó su sangre para el perdón de nuestros pecados;
pero el Padre lo resucitó y ¡ganó! (Mateo 16:21; Efesios 1:7) ¿Usted lector no
quiere perder su vida y ganar la vida eterna?
Arrepiéntase, clame perdón y acepte a Cristo como su Salvador; porque la
cruz de Cristo fue de redención para
nuestras almas, para no ir al infierno. Su sufrimiento por salvarnos es su
ejemplo, para que sigamos sus pisadas, llevando el verdadero Evangelio.
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