“¡MISERABLE DE MÍ!
¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” Romanos 7:24
Por la
enseñanza equivocada de nuestros tutores, quienes nos instruían diciendo que la
salvación es por guardar los mandamientos o por los diferentes rituales; el hombre
ha querido llegar a Dios por medio de sus muchas penitencias y no querer
aceptar, que el pecado está dentro de nosotros.
Recibir desde niños todos los formalismos de la
religión, han sido la falsa enseñanza de mayor peligro para decretarnos hijos
de Dios. Caminar a los santuarios en
pago de promesas; Jesús siempre alertó esta falsedad: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
Porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que
vosotros” (Mateo 23:15).
Pasar a un
mayor plano es esta: el cobro de dinero por los servicios funerarios; o sea
servicios pagados para sacarnos del infierno. El ser humano ha sido engañado,
sin saber que siempre ha estado separado
de Dios, ya que por el pecado de Adán, Dios lo encerró todo bajo pecado
(Gálatas 3:22. Rom 3:10-19; 11:32). Por lo tanto el único remedio es Jesús, quien
nos libera de esa esclavitud del pecado derribada por su muerte (Efesios 2:
11-18; Romanos 6:16). Ya que la salvación es por fe en Cristo, en su muerte y
su resurrección y no por las obras de la
ley (Efesios 1: 13; 2: 8,9).
El Espíritu
Santo declara del hombre: “...Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque
según el hombre interior, me deleito en
la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado
que está en mis miembros. ¡Miserable de mí!
¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que,
yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado”
(Romanos 7:15-25).
Querido
lector, si reconocemos nuestra miseria, al
creer este evangelio con fe, Jesús le da la salvación; así será salvo del eterno infierno. Orar: “Dios soy un pecador, tu enviaste a
Jesús a morir por mis pecados, ten misericordia de mí, perdóname, solo Él
derramó su sangre para limpiarme de mis pecados, lo acepto como mi salvador,
amén”.
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