sábado, 14 de diciembre de 2013

¡MISERABLE DE MÍ!



“¡MISERABLE DE MÍ!  ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” Romanos 7:24
   Por la enseñanza equivocada de nuestros tutores, quienes nos instruían diciendo que la salvación es por guardar los mandamientos o por los diferentes rituales; el hombre ha querido llegar a Dios por medio de sus muchas penitencias y no querer aceptar, que el pecado está dentro de nosotros.  
Recibir desde niños todos los formalismos de la religión, han sido la falsa enseñanza de mayor peligro para decretarnos hijos de Dios.  Caminar a los santuarios en pago de promesas; Jesús siempre alertó esta falsedad: “¡Ay de vosotros,  escribas y fariseos,  hipócritas!  Porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito,  y una vez hecho,  le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros” (Mateo 23:15).   
   Pasar a un mayor plano es esta: el cobro de dinero por los servicios funerarios; o sea servicios pagados para sacarnos del infierno. El ser humano ha sido engañado, sin saber que siempre ha estado separado  de Dios, ya que por el pecado de Adán, Dios lo encerró todo bajo pecado (Gálatas 3:22.  Rom 3:10-19; 11:32).  Por lo tanto el único remedio es Jesús, quien nos libera de esa esclavitud del pecado derribada por su muerte (Efesios 2: 11-18; Romanos 6:16). Ya que la salvación es por fe en Cristo, en su muerte y su resurrección y no por las obras de la  ley (Efesios 1: 13; 2: 8,9).
    El Espíritu Santo declara del hombre: “...Porque no hago el bien que quiero,  sino el mal que no quiero,  eso hago. Y si hago lo que no quiero,  ya no lo hago yo,  sino el pecado que mora en mí. Así que,  queriendo yo hacer el bien,  hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior,  me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros,  que se rebela contra la ley de mi mente,  y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí!  ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios,  por Jesucristo Señor nuestro.  Así que,  yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios,  mas con la carne a la ley del pecado” (Romanos 7:15-25). 
   Querido lector, si reconocemos nuestra miseria, al  creer este evangelio con fe, Jesús le da la salvación; así  será salvo del eterno infierno.  Orar: “Dios soy un pecador, tu enviaste a Jesús a morir por mis pecados, ten misericordia de mí, perdóname, solo Él derramó su sangre para limpiarme de mis pecados, lo acepto como mi salvador, amén”.       


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