jueves, 5 de noviembre de 2009

¿EN LA RESURRECCIÓN DONDE ESTAREMOS?

“Vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” Juan 5:28-29).

El texto del encabezamiento afirma de la manera más clara que habrá dos resurrecciones, una resurrección de vida y otra de condenación. Estas dos resurrecciones estarán separadas por un periodo de por lo menos mil años (Apocalipsis 20: 5-6, 12-13).
Algunos dicen: -Estas palabras: “los que hicieron los bueno”; yo formo parte de ellos. A éstos el Señor contesta: “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado” (Juan 6:29). He aquí la primera buena obra que Dios espera del hombre: Aceptar a Cristo como sus Salvador.

Por más honorable que sea, el hombre es un pecador perdido, Sólo hay una liberación para él: la fe en el sacrificio de Jesús. Dios envió a su Hijo amado para que cargara con nuestros pecados y sufriera en nuestro lugar el terrible juicio. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”, “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (Romanos 5:8; 1ª Corintios 5:21).
Los que creen esta verdad tendrán parte en esa primera resurrección, para ir al cielo y reinarán con Jesús (1ª Tesalonicense 4:16-17; Apocalipsis 20:6).

La segunda es de condenación, esta reservada para los incrédulos, los que nunca se “arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos”, no aceptaron el sacrificio de Cristo para el perdón de sus pecados “Y los libros fueron abiertos… y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (Apocalipsis 9: 21; 20:12).
El infierno es una realidad, es un lugar terrible, en cambio el cielo es todo maravilloso ¿Donde estará usted? (Lucas 12:5).

DIO SU VIDA POR USTED

“Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez…para salvar a los que le esperan” Hebreos 9:28

Morir voluntariamente para que personas inocentes mueran… ¡que crimen atroz es este atentado suicida! El hombre no debe disponer de su vida ni de la de los demás, pues pertenece a Dios. Sólo Él la da y la quita.

Tal comportamiento es todo lo opuesto al Evangelio. Desde su gloria, Dios vio el estado de perdición en que los hombres habían caído. Nada le obligaba a ocuparse de nosotros, sino el hecho de que su santidad y justicia exigía un juicio justo. Pero Dios es amor y en lugar de condenar quiso salvar. Amó a los hombres de tal manera que envió a su Hijo al mundo para expiar los pecados de todos aquellos que crean en Él. Al entrar en el mundo Jesús dijo: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” (Hebreos 10:7). Esta voluntad tenía un doble aspecto: el Dios Salvador quería salvar a los pecadores, y la justicia de Dios exigía un sacrificio.

Cristo mismo se ofreció para ser ese sacrificio. El que era sin pecado cargó con los pecados de todos aquellos que creen en Él; los llevó como si fueran suyos. Entonces sufrió la ira de Dios. Y por esa ofrenda de sí mismo nos liberó del juicio que mereceríamos. Salvó a los que estaban perdidos y dio la vida a aquellos que merecían la muerte. No sólo los liberó “de la potestad de las tinieblas”, sino que también los trasladó “al reino de su amado Hijo” (Colosense 1:12-13). 

  Amigo que lee estas palabras, haga una oración con fe, clamando perdón, arrepentido de sus pecados, acepte 
   que, Jesús entregó su vida por usted y recíbalo como su  Salvador para  vivir eternamente con él. Luego de su 
   entrega al Señor, que bueno fuera que compartiera esta verdad a su familia, amigos y vecinos, y así recibir   
   muchas bendiciones del parte de Dios.

UN REFUGIO SEGURO

“¡Cuán preciosa, oh Dios es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas” Salmo 36:7

¡El granero estaba ardiendo! Con la energía de la desesperación, el granjero combatía el incendio que acababa de iniciarse. El establo, el gallinero y la casa misma estaban amenazados por las llamas.
Bomberos y voluntarios consiguieron finalmente dominar el fuego. El granjero, preocupado por sus animales, recorrió su hacienda: estaban a salvo, ¡qué alivio! ¿Pero dónde se hallaba la gallina blanca con sus ocho pollitos? ¡Ah! Ahí estaba muerta con las plumas chamuscadas. El granjero levantó sus alas inertes y ocho pollitos se escaparon piando, la gallina había reunido su pollada bajo sus alas. Ella habría podido correr fuera del alcance de las llamas, pero sus pollitos no tenían la agilidad necesaria. Para salvarlos, ella perdió la vida.

Jesucristo, el Hijo de Dios, dio su vida para salvar otras vidas. A fin de evitarnos el fuego de la ira de Dios, cargó con el juicio debido a nuestros pecados; en la cruz dio su vida en nuestro lugar. Mucho más allá de una sencilla protección, Él da una nueva vida a todos los que creen en Él. Salvado por la eternidad, el creyente conoce un refugio frente a los múltiples peligros de la vida; es lo que la Biblia llama “las alas” del Dios Todopoderoso. A causa de sus pecados toda persona está expuesta a soportar el juicio divino ¿Quién se atrevería a rechazar el seguro refugio que Dios ofrece gratuitamente?

Lector, cualquier otro medio de salvación que usted busque es imposible detener la ira de Dios. Todos necesitamos pedir perdón, arrepentidos por nuestros pecados aceptemos la salvación que Cristo ofrece, por fe acéptelo como su Salvador y estará bajo su protección toda la vida (Juan 10: 27,29).

OIR LA PALABRA DE JESÚS


“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna...” Juan 5:24
   Recordemos las palabras del Señor Jesús citadas en el encabezamiento, y muchas otras: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna” (Juan 6:47); y a propósito de sus ovejas: “Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.  Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:28-29).
  ¿Qué se deduce de estos pasajes? Que alguien que oyó y creyó en el Señor Jesús ha nacido de Dios, del Espíritu Santo (Juan 1:13, 3:6), por lo tanto nunca será condenado ni perecerá.  La certeza de tener la vida eterna resulta de la enseñanza de la Palabra de Dios.

 El apóstol Pablo nos dice: “Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”   (Colosenses 3:3-4).     Todo aquel que toma el sacrificio de Jesús, debe estar seguro de su salvación. Puesto que fue aquel que llevó nuestros pecados en su cuerpo y resucitó.  Ahora está en el cielo y nosotros estamos unidos a Él como sus “miembros cada uno en particular” (1ª Cor. 12:27). Cristo, ¿Dejaría perecer a uno de sus miembros? Nunca, y sepa  querido lector, que usted tampoco perecerá, si hoy se reconoce pecador, se arrepiente de sus pecados, pide perdón y con fe acepta a Jesús como su Salvador; para que en adelante  divulgue que Cristo murió por sus pecados, que pertenece a  Jesucristo; demostrando con buenos frutos: el haber oído y creído a su palabra (Romanos 10: 9-15; Mateo 12:33).

   “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27). “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1ª de Juan 5:13).

miércoles, 12 de agosto de 2009

S A L V A C I Ó N

La salvación es ofrecida por la gracia de Dios, por medio de la fe del que se arrepiente de sus pecados, perdonado por la sangre de Cristo derramada en la cruz del calvario; demostrada por las buenas obras de quien acepta a Jesús como su Salvador (Ef. 2:8-9; Mateo 26:28; Hebreos 9:22; Lucas 24: 46,47; Juan 1:12; Santiago 2:17; ).

EL LENGUAJE DEL CRISTIANO:



CONVICCIÓN DE PECADO: Es tomar conciencia de su culpabilidad ante Dios.
ARREPENTIMIENTO: Cambio de disposición interior con el profundo pesar a causa de los pecados cometidos.
CONFESIÓN: acción mediante la cual alguien reconoce que desobedeció a los mandamientos divinos.
FE: confianza depositada en Jesucristo, el Hijo de Dios, único Salvador, muerto y resucitado para borrar nuestros pecados.
CONVERSIÓN: Cambio de actitud y de dirección de quien se aparta del mal para volverse a Dios y obedecerle.
PERDÓN: Medio por el cual Dios quita los pecados en su gracia (por la sangre que derramó su Hijo Jesucristo).
GRACIA: Favor no merecido que Dios en su amor concede al pecador que se arrepiente.
JUSTIFICACIÓN: Acta jurídica por la cual Dios, el divino Juez, declara justo al pecador que toma a Cristo como su Salvador.
NUEVO NACIMIENTO: Acción creadora de Dios, quien da la vida eterna y hace del hombre un hijo, creado en Cristo Jesús para buenas obras.
SELLO DEL ESPIRITU SANTO: Cumplimiento de la promesa de Jesús que hace habitar su Espíritu en el creyente, poder de una nueva vida, sello que atestigua su pertenencia a Dios.


Amigo lector, si no se identifica con lo anterior, diríjase rápido a Dios en oración; arrepentido, confíese sus pecados, Él es fiel y justo para perdonarle y en el nombre de Jesús, lleve este buen lenguaje cristiano de salvación donde quiera que vaya (1ª Juan 1:9; Mateo 28:19).

jueves, 9 de julio de 2009

DESTITUIDOS DE DIOS

Como el pecado entró en el mundo por un hombre, (Adán) y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”, “están destituidos de la gloria de Dios “(Romanos 5:12¸3:23)

Usted no puede salvar su alma por estar bautizado, tener la primera comunión, la confirmación desde que era niño; por caminar a los santuarios con rogativas o penitencias. Dios no lo protegerá por llevar un crucifijo, escapulario, alguna estampa de algún mal llamado santo, un talismán o depender de sus buenas obras de caridad para su salvación (Rom. 3:20-24; Gálatas 2:16; Efesios 2:8-10;).

Esto es una realidad querido lector; crea que si usted hoy muere confiando en esto, el infierno eterno le espera (1ª Tim. 1:3,4). Solo en la muerte de Jesús hay vida eterna. Por lo tanto es urgente que ponga atención al siguiente mensaje para su salvación. Por favor… Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).

Un camino de muerte: “Y él cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera… y allí le crucificaron” (Juan 19:17-18).

La verdad: “Al que no conoció pecado por nosotros lo hizo pecado para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2ª Corintios 5:21).

La vida:”Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

Ir al Padre: Jesús resucito y subió al Padre, viene por segunda vez, sólo llevará a aquellos que por fe creyeron en esta verdad (Juan 14: 13).

Reconozcamos que somos pecadores arrepentidos, aceptemos a Cristo como Salvador, y seremos admitidos para siempre en el cielo, los demás que no aceptan a Cristo, estarán destituidos por la eternidad (Juan 3:36).
“No hay Justo uno, ni aun uno”; “Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación; “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Romanos. 3:23; Apoc.2:21; Juan 1:12). Entregue este mensaje a otro amigo, No destruya este folleto.

UN HOMBRE DEMASIADO CONFIADO

Harry Truman, quien trabajaba como cuidador de un centro recreacional, cerca del monte Santa Helena, en el Estado de Washington, había sido advertido en varias ocasiones acerca de una inminente erupción de la montaña. Los informativos de radio y televisión y la misma policía insistieron en que todos debían salir de la zona. Sin embargo Harry se negó, porque él había trabajado en ese lugar durante muchos años y nunca había pasado algo. Amigos y vecinos le pidieron que dejara el lugar, pero fue en vano.


Fue entonces cuando una mañana de mayo de 1980, la cumbre de la montaña estalló; cenizas, lava, rocas, fueron a dar a cientos de Kilómetros por el aire, selvas y lagos fueron sepultados en una vasta extensión y fue así como este cuidador quedó enterrado en algún lugar bajo toneladas de escombros. De igual manera, cientos de personas en todo el mundo parten rumbo a la eternidad por diferentes catástrofes. Qué triste pensar que usted puede ser el próximo en partir por medio de un pequeño tropezón ¿Dónde se encontrará después? Lector, cuando termine de leer este escrito, considere que su tiempo de vida es limitado. Antes de que le suceda algo, usted necesita conocer al Señor y Salvador Jesucristo, “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Pedro 2:24), “…y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las escrituras” (1 Cor. 15:4).

En este preciso momento debe arrepentirse de todos sus pecados, confesarlos ante Dios y recibir a Jesús como el Salvador y Señor de su vida, con la plena seguridad que será salvo, preparado para ir al cielo.

Mañana podría ser muy tarde para esta decisión, y quizás usted como el hombre de la historia sin haber aceptado de corazón a Jesús como su salvador, entonces se encontrarán con Harry y muchos más en el infierno eterno; por no estar en paz con Dios antes de morir y por vivir muy tranquilos pensando en que nunca les pasaría algo malo.


EL TERRIBLE INFIERNO

“Os enseñaré a quien debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; si os digo, a éste temed” (Lucas 12:5)

En la tranquilidad de un parque, una pareja de edad avanzada gozaba de la magnifica vista que ofrecía el paisaje. Me puse a hablar con ellos. La naturaleza nos llevó a hablar del Creador y de la eternidad. De repente, la anciana me dijo: -¿Cree usted que existe el infierno? –Si, lo creo, contesté. Jesucristo hizo una terrible descripción de la condición de los perdidos que van a ese lugar. El infierno es el lugar donde Dios no está; significa, pues, estar eternamente separado de Dios. En realidad fue destinado para el diablo y sus ángeles, pero llegará a ser el paradero de los que mueren sin haberse reconciliado con Dios y sin el perdón de sus pecados (Mateo 8:12; 22:13; 25:30).
El infierno es el lugar de la auto acusación, de la desesperación y del eterno remordimiento. Es una seria verdad.

Durante mi explicación, ambos escucharon en silencio. El temor se leía en sus rostros. Entonces agregué: -Pero Dios no quiere que el ser humano vaya al infierno. Lo destinó al cielo, para que esté eternamente feliz cerca de él. Por eso envió a su Hijo a la tierra, por eso Jesucristo murió en la cruz. A quien confía en él con fe y reconoce la culpa por sus pecados, Dios lo perdona, lo absuelve del juicio, y su porvenir es el mismo cielo, porque Dios es amor.
Entonces la mujer exclamó visiblemente aliviada: -¡ Hoy es un día muy especial para mí !
Deseamos que nuestros lectores también puedan decir lo mismo y vivir hoy un día de gracia. Al arrepentirse de su pecados y aceptar a Cristo como su Salvador la reconciliación con Dios es inmediata.

EL NOMBRE DE JESÚS

Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el Nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra (Filipenses 2:9-10).

El Señor Jesús se humilló a sí mismo y descendió de la gloria del cielo para morir en la cruz. Por eso Dios le exaltó y le dio un nombre que es sobre todo nombre. En la Biblia el nombre de Jesus tiene la preeminencia absoluta sobre todo. El nombre de Jesús expresa toda la grandeza de su persona. Jesús significa Salvador, y como tal este nombre se halla por encima de cualquier otro nombre. Podemos decir que el Señor Jesús bajó de la gloria y tuvo que ir a la detestable cruz para darle todo el sentido a ese nombre.
Encima de la cruz estaba escrito: “Este es Jesús”. La gente le gritaba, mofándose: “Sálvate a ti mismo…desciende de la cruz” (Mateo 27:40). Pero por su infinito amor lo soportó todo. Era necesario que padeciese y muriese para ser el Salvador. "llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1:21).

¡Alabado sea su nombre! Su entrega, su consagración lo llevó a ser obediente hasta la muerte de cruz. Como consecuencia, llegará el momento en que toda rodilla se doblará ante él y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor en los cielos y en la tierra, para gloria de Dios Padre. El que tanto se humilló, ahora puede decir: “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin… el que es y que era y que ha de venir” (Apocalipsis 1:8)Lector, Muchos irán al infierno, pocos al cielo. Estos últimos son los que se arrepintieron de sus pecados y proclamaron el nombre de Jesús como su Salvador.

COLGADO EN UN MADERO

“Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado…” (Juan 3:14-16).
El pueblo de Israel atravesaba el largo y difícil desierto de Sinaí hacia la tierra prometida y Dios lo estaba conduciendo por medio de Moisés.
Sin embargo, ¡muchas quejas hubo en el camino por falta de alimento, de agua y cansancio; el pueblo pecó! Para reprenderlos, Dios envío en medio de ellos serpientes venenosas; muchos fueron mordidos y murieron. Luego pidieron perdón, entonces Dios, en su gracia, dio un sorprendente remedio: ordenó a Moisés hacer una serpiente de bronce y levantarla sobre un asta. “Y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá” (Números 21:4-9). Para ser curado, era necesario creer la palabra de Moisés y mirar la serpiente de bronce.

En el Nuevo Testamento vemos que Jesús murió por nosotros en la cruz; él es el remedio dado por Dios, el único eficaz y al alcance de todo pecador. Una mirada de fe hacia Él pidiendo perdón concede la vida eterna. Dios es santo: ningún mal puede permanecer en su presencia. También es amor: no abandonó al hombre a su desesperada suerte, sino que le dio un remedio, o mejor dicho, un Salvador, alguien que borra los pecados. Jesús es santo, puro y perfecto. Por eso pudo cargar con las faltas y recibir el castigo que merecían los pecados de todos los que lo aceptan como su salvador. Dios hizo lo necesario; a mí me corresponde creer y mostrar la realidad de esa fe en mi vida.

Todos estamos mordidos por el pecado, lo único que puede sanarnos es Jesucristo; quien fue levantado en una cruz. Al arrepentirnos y aceptarlo como nuestro salvador tomamos el remedio para no morir eternamente. ¿Que esperamos para tomar esta salvación? Hagámoslo por fe.

martes, 24 de marzo de 2009

JESÚS GRAN SUMO SACERDOTE (Hebreos 4:14-16)

    Dios, en el monte Sinaí dio la ley del  sacerdocio. Su función era  interceder por el perdón de los pecados, tanto de sí mismo como también del pueblo Israelita (Éxodo 19:5-6; 28:40-43). El sacerdote tenía que sacrificar un animal como ofrenda por el pecado y la sangre era introducida al lugar Santísimo; porque allí se mostraba la presencia de Dios. Esta clase sacerdotal  fue dada exclusivamente a Aarón como sumo sacerdote y a sus hijos como sacerdotes. Solo la descendencia aarónica, la familia de Leví podía ejercer esta función; Si otra persona lo hacía, debía morir (Levítico 16: 6-15; Hebreos 5:1-3; Números 3:9-10).
    Cuando Cristo se entrega en sacrificio por el pecado del hombre, el antiguo sacerdocio queda nulo; ya que Cristo al resucitar no entró en un santuario terrenal como lo hacían los sacerdotes, sino que llegó al trono de su Padre, quien lo constituyó Sumo Sacerdote, para mediar por nosotros; porque no entró con sangre de animales sino por su propia sangre (Hebreo 10: 5-12; 4:14; 7:21; 9: 11-28).  Jesús es el camino al Padre (Juan 14:6; 1Timoteo 2:5,6 Hebreos 5:7-10).
    Lector, no queda otro camino que arrepentirse de sus pecados, aceptar a Cristo como su Salvador para quedar perdonado y así usted también obtener el derecho de ser un auténtico sacerdote, una nueva clase sacerdotal de todo verdadero creyente, ordenado directamente por Dios, oculta por la curia romana. Además, en sus oraciones tendría toda la plenitud para interceder por otros y dar a conocer esta verdad de Cristo, quienes al oír y creer en el evangelio, irían  al cielo (Mateo 6:6; Romanos 10:9-13; 1ª de Pedro 2:5; 2:9; Mateo 28:19).
    Por lo tanto todo hombre o mujer que se vista con túnicas para decir que es un sacerdote y que dice representar a Dios, es falso. No siga engañado. (1Corintios1: 26-31; Lucas 24: 46,47; Hebreos Cap 7-10:22; Apocalipsis 1:6; 5:9-10). Para anunciar el mensaje poderoso del evangelio no se necesita ser teólogo, ni pertenecer a un clero, ni usar ropaje especial, basta con creer y aceptar el sacrificio de Cristo para el perdón de los pecados, viviendo una vida en obediencia a Dios.  ¡Créale a la Biblia! 

“Por tanto,  teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos,  Jesús el Hijo de Dios,  retengamos nuestra profesión” (Hebreos 4:14).

¿POR QUÉ MURIÓ JESUCRISTO EN LA CRUZ?


¿POR QUÉ MURIÓ JESUCRISTO EN LA CRUZ?


“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: maldito todo el que es colgado en un madero”) (Gálatas 3:13)


   La condenación de la ley es la muerte (la pena por quebrantar sus mandamientos).  La ley enseñaba que cuando los criminales condenados eran colgados en un madero, esto era señal de que estaban bajo maldición de Dios.  Jesús no debía ser castigado, pero las exigencias de la ley que son para el hombre fueron cumplidas en Él, quien “fue entregado por nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación”.  (Deuteronomio 21:18-23; Romanos 4:25; Filipenses 2: 5-11). Al resucitar nos dice que la obra fue consumada, que el precio ha sido pagado, y que Dios está infinitamente satisfecho con la obra expiatoria del pecado llevada a cabo por Jesús el Salvador.


   Jesús vino a la tierra como portador del más grande mensaje de amor y perdón a favor de la humanidad culpable.  Aceptemos la paz que nos dio al morir en la cruz; sacrificio que nos separa para siempre de ley (Colosenses 1:19-20; Gálatas 3:13).


   Lector, ya tiene la respuesta del porqué murió Jesús en la cruz.  Ahora que bueno si cree esta verdad, se arrepiente y acepta a Jesús como su Salvador; porque millones de personas lo están lamentando en el infierno, ya que trataron de salvarse por medio de las obras, las que nunca dan salvación ya que la Biblia las compara: “Si bien todos nosotros somos como suciedad,  y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia;...  (Isaías 64:6).  El  no aceptar el único e inmenso  sacrificio que tuvo que pasar el Señor,  no hay salvación (Lucas.24:46,47; Rom 3:20,21; Hebreos10:12-14; Hechos 4:12); pero a los que creemos, canceló el documento que nos declaraba culpables  “anulando el acta de los decretos que había contra nosotros,  que nos era contraria,  quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (Col.2:14).  ¡Jesús resucitó, qué gran triunfo!

lunes, 16 de marzo de 2009

EL AMOR A LAS RIQUEZAS

El hombre ha hecho de las riquezas el dios de este mundo. “La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoros, y no es rico para con Dios” (Lucas 12:13-21).

Jesús nos dio a conocer su palabra, para que coloquemos nuestra mirada en él “pero los afanes de este siglo, el engaño de las riquezas y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y la hacen infructuosa (Marcos 4:19).
Cristo por amor a nosotros dejo a su Padre, “Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos” (2ª Cor. 8:9).
Además “… se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz". (Filipenses 2:6-11).
Lector, arrepentido por confiar y depender solo en las riquezas, confiese este y sus muchos pecados ante Dios, acepte el sacrificio de su Hijo para ser perdonado, así gozará de todas las riquezas que Dios tiene preparado en el cielo (Mateo 6:19).
“¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36) "Ninguno puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24).

LA IRA DEL CORDERO

“Decían a los montes y a las montañas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero” (Apocalipsis 6:16).
Jesús durante su vida en la tierra, “angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías 53:7).
Su dulzura y su compasión ganaron el corazón de muchos. Desde hace más de dos mil años sigue llamando con bondad: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29).

Pero el tiempo de su paciencia llagará a su fin; la puerta de la gracia se cerrará definitivamente. Entonces este Cordero, despreciado por los hombres a quienes ha querido salvar, volverá para ejercer juicio. En efecto, Dios “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:31).
Ese día será terrible para todos aquellos que encuentren a Jesucristo ya no como Salvador, sino como juez. Ningún ser humano se logrará esconder; por tal motivo Dios le dice: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 4:7). "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira" (Romanos 5:8-9).
Lector, arrepiéntase, doble sus rodillas ahora en vida. Suplicando perdón, acepte a Cristo como su salvador y será salvo de la ira del Cordero.

LA SANTA CIUDAD, LA NUEVA JERUSALÉN

“En la Casa de mi Padre muchas moradas hay;… voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2).
En cierta ciudad, hay una encrucijada llamada La Cruz. Cierto día un policía que hacía su ronda halló a un niño llorando, sentado en la acera. -Me perdí, dijo el chico, y no sé cómo volver a casa-. El policía lo tomó de la mano y le propuso conducirlo a la comisaría para que desde allí hablara por teléfono con sus padres.
Pero al llegar a La cruz, el niño miró un instante a su alrededor y exclamó: -¡A partir de aquí, conozco el camino! E inmediatamente soltó la mano del policía y sin vacilar salió corriendo hacia su casa.

Esta historia ilustra lo que ocurre con el que acude al calvario de la cruz del Señor Jesús. Allí puede hallar el camino a la casa de Dios. En efecto, este sacrificio es el único punto de encuentro entre el hombre y Dios. A través de su muerte puede conocer realmente a Dios como un Dios de amor, de perdón y de paz.
Jesús en la cruz se ofreció por el pecado del mundo; sufrió y lavó los pecados de todos los que confían en él. Nos abre el acceso a una vida eterna, a la casa del Padre, donde hallamos reposo, paz y gozo.

En la cruz Dios hizo brillar su amor dando a su Hijo unigénito. En este acto de amor y obediencia por parte de Jesucristo, el pecador que se arrepiente es liberado de la carga de sus pecados y se reconcilia con Dios (Mateo 11:28).
La cruz es negarnos a nosotros mismos cada día e ir en contraposición a este mundo lleno de maldad (Lucas 9:23).
Lector, tenemos que reconocer nuestras faltas y nuestra incapacidad para salvarnos a nosotros mismos. Dolidos por el pecado, pedir perdón y aceptar a Cristo como Salvador, es pasar esa puerta, caminar al cielo, a la santa Jerusalén (Apocalipsis 21:2).

EL VERDADERO AMOR

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Verdaderamente hay un conflicto entre el Dios santo, justo, y el hombre pecador. El primero no puede recibir al segundo. El profeta Isaías dijo: “Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios” (59:2).
A Dios le produce horror el pecado, pero ama al pecador. Ama a todos los seres humanos, y éstos le devuelven mal por bien. Cuando Jesús vino a esta tierra tuvo que constatar: “Han aborrecido a mí y a mi Padre” (Juan 15:24). Entonces alguien puede pensar: -Si Dios es amor, basta que perdone nuestros pecados y la separación ya no existirá. Pero si bien es cierto que Dios es amor, también es santo y justo. Por ser santo no puede soportar el pecado en su presencia, y por ser justo debe condenarlo. Nadie puede aislar un atributo de Dios y desechar los demás.

Pero he aquí algo maravilloso: Dios supo, mantener todos sus atributos y salvar al pecador. “No hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí” (Isaías 45:21). ¿Cómo pudo producirse semejante milagro? El Dios de amor entregó a su Hijo por nosotros. Jesucristo, que no tenía pecado, tomó nuestro lugar y se ofreció a sí mismo en sacrificio para salvarnos. El Dios justo lo hirió porque cargaba con nuestros pecados. El Dios santo sólo halló perfección en él. La obra fue perfecta y Dios, satisfecho en todos sus atributos, resucitó a su Amado.
¿Esto no nos asombra como para arrepentirnos y pedir perdón aceptado a Cristo como nuestro salvador? Hágalo ya.

¡ PREPÁRESE PARA NO ESTAR EN EL JUICIO !


“Cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina… y no escaparán” (1ª de Tesalonicenses 5:3)
   Terremotos, catástrofes en serie, guerras y crímenes, atentados, muertos por millares…El planeta tiene miedo.  ¿Dónde podemos estar seguros? ¿En casa o en la calle? ¿Le toca una muerte brutal sólo a los malos? No, ésta atañe a todos, incluso a los llamados inocentes, los que consideramos buenos y honestos.

   Si usted supiera que va a ser la próxima víctima, ¿qué haría y qué les diría a sus allegados? ¿Está preparado para ir al cielo? La Escritura dice: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios” (Amós 4:12).    Porque tarde o temprano cada uno de nosotros encontrará: -sea como Dios Salvador si hemos puesto nuestra confianza en la obra de Jesús, quien sufrió en nuestro lugar el juicio de Dios sobre nuestros pecados; -sea como Juez supremo si descuidamos o rehusamos la salvación gratuita.  ¿Desearía usted conocer hoy a ese Dios Salvador?  Sólo se nos abre un camino hacia el cielo: su Hijo, Jesús es el camino, él es la puerta, el único mediador, porque dio su vida y expió los pecados que levantaban una  insuperable barrera entre  el hombre culpable y Dios santo (Juan 14:6; 1ª Timoteo 2:5).
   Al presentarme como soy en mi miseria y humillación, confieso que estoy perdido, pero con fe puedo decir:
Gracias Dios, porque Jesús pagó mi deuda mediante su sangre  derramada en la cruz. Lo acepto como Salvador de aquel terrible juicio. Por tu gracia estoy listo estar en tu presencia; porque “El día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2ª de Pedro 3:10). Lector, es urgente el arrepentimiento de sus pecados.