miércoles, 25 de diciembre de 2013

EL TEMPLO.

Dios quiso habitar entre los hombres y dio la orden a Moisés que alzara una morada, un tabernáculo de reunión. Fue el santuario móvil construido por los Israelitas bajo las instrucciones dadas en el Monte Sinaí. Más tarde el rey Salomón construyó un edificio no movible. Este templo tuvo validez hasta Cristo; donde él se identificó como templo viviente (Juan 2:19,20; Apoc. 21:22), puesto que el templo de piedra no tendría valor, este sería destruido como muestra de su ineficacia (Mt.24:1,2). Después de la muerte y resurrección de Jesús, la morada de Dios sería todo creyente “Si alguno me ama guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn 14: 23). 
El apóstol Pablo, encomendado por el Señor a los que elevaban santuarios para la adoración a sus dioses les exhortó: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay,  siendo Señor del cielo y de la tierra,  no habita en templos hechos por manos humanas” (Hechos 17:24), Hoy la adoración se la puede  hacer en cualquier lugar, Jesús dijo: “Mujer,  créeme,  que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. ...Mas la hora viene,  y ahora es,  cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad;  porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu;  y los que le adoran,  en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. (Jn 4: 21-24).
 Ahora el verdadero templo de Dios está en los cielos (Apoc. 15:5; 16:17) y en la tierra es toda persona que toma a Cristo como su Salvador, aquel que clama perdón y acepta que Cristo murió por sus pecados; desde ese momento es casa de Dios, sellado con el Espíritu Santo (Hebreos 3:6; Efesios 1:13).
“¿No sabéis que sois templo de Dios,  y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios,  Dios le destruirá a él;  porque el templo de Dios,  el cual sois vosotros,  santo es” (1Cor 3: 16,17). “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,  el cual está en vosotros,  el cual tenéis de Dios,  y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio;  glorificad,  pues,  a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu,  los cuales son de Dios” (1Cor. 6: 19,20). Pero cuando se trata de reunirnos como iglesia (todos los salvados) pueden participar dos o tres y en sus casas como lo hacían la iglesia primitiva (Mt 18:20; Hechos 2: 46; 1Cor. 16:19; Colosenses 4:15; Filemón 1,2).              



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