“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1).
¿Quién no ha visto a un niño contar
orgullosamente sus años con los dedos de sus manos? ¿O a un anciano sorprendido
por la brevedad de su vida contar los recuerdos de su juventud? Esta realidad
del tiempo está constantemente ahí, en cada uno de nuestros hechos y gestos. ¿Podemos vivir un solo día sin sentir
el paso del Tiempo?
La
Palabra de Dios nos enseña que al contar nuestros días traemos “al corazón
sabiduría” (Salmo 90:12). Es cierto que
sólo podemos contar los días pasados, pues el mañana no está en nuestras manos,
¡ni siquiera el siguiente minuto! Para el creyente, contar sus días es no
malgastar el tiempo que Dios le concede, sino vivir delante de Su mirada, con
confianza y dependencia. Para los que
todavía no conocen el amor de Dios, contar sus días es para obedecerle lo que
Dios dice: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones (Hebreos
3: 7,8). Reconocer nuestros pecados y el deseo de clamar perdón para estar a paz
con Dios y no tener que ser juzgado el día de mañana, es lo que Dios
desea.
Cuando Jesucristo fue crucificado, a su lado habían dos malhechores
padeciendo también el martirio; les quedaba sólo algunas horas de vida, pero
uno confesó allí sus faltas y reconoció que Jesús era el Hijo de Dios, y creyó
que lo podía salvar (Lucas 23:429). Entonces el Señor le respondió: “Hoy
estarás conmigo en el paraíso”. Nadie
sabe cuánto tiempo de vida le queda. El ladrón si sabía. “He aquí ahora el
tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Cor. 6:2.)
Lector, el tiempo es corto, no esté seguro que el dormir tranquilamente
usted está seguro, tal vez no despierte y si no tiene a Jesús en su corazón, su
lugar será el infierno, ese lugar le estará esperando. Dice un proverbio: no
dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. ¿Qué tal si usted hoy se arrepiente
y acepta a Jesús como su salvador? Si muere estará en la gloria eterna.
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