“Pero una
mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido
mucho de muchos médicos, y gastado todo
lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de
Jesús, vino por detrás entre la
multitud, y tocó su manto. Porque decía:
Si tocare tan solamente su manto, seré
salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de
aquel azote. Luego Jesús, conociendo en
sí mismo el poder que había salido de él,
volviéndose a la multitud, dijo:
¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud
te aprieta, y dices: ¿Quién me ha
tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la
mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido
hecho, vino y se postró delante de
él, y le dijo toda la verdad. Y él le
dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz,
y queda sana de tu azote” Marcos 5:25-34.
Cuando se
trata de la fe como en la historia anterior,
muestra la falsedad del hombre que solo se aprieta a Jesús,
aparentemente sus manifestaciones son muy religiosas que no conducen a nada y
aseguran creer en Jesús, pero todo es mentira.
La palabra “Señor, Señor”, es muy
común en ellos que no tiene respuesta por parte de Dios Mateo 7:21-23.
Al contrario
la mujer miró y dijo: “Si tocare tan solamente su manto”, Jesús miró en ella su
fe legítima hacia él. Hoy el mensaje verdadero del Evangelio se identifica en
la muerte de nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, quien derramó su sangre
para el perdón de los pecados de todo aquel que reconoce verdaderamente su
pecado y con fe, al arrepentirse, clama misericordia. La Gracia de Señor dará el perdón, de quien acepta a Jesús como su Salvador, entonces el
pecador es justificado, preparado para ir al cielo y sano también de cualquier
dolencia física que con fe pidiera “tu fe te ha hecho salva; ve en paz,
y queda sana de tu azote” ¡Otro ejemplo
de fe para imitarlo, el del paralítico que creyó en Jesús para sanarlo de
su parálisis! Marcos2: 1-12.
Lector no
apriete al Señor con sus disimulos, sea honesto, arrepiéntase y clame perdón
aceptando a Jesús como su Salvador y en adelante abandone su pecado.
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