sábado, 14 de diciembre de 2013

“NO NOS METAS EN TENTACIÓN, MAS LÍBRANOS DEL MAL” (Mateo 6:13)



    Experimentar el perdón de Dios no debe volvernos tolerantes con respecto al pecado.  Al contrario, cuanto más debemos temer de deshonrarle.  Jesús nos enseña a implorar la protección divina para no ser vencidos por las tentaciones.  Pueden surgir en circunstancias adversas: en la enfermedad, la pobreza o la humillación. Corremos el riesgo de endurecernos, de volvernos amargos y dudar de la bondad de Dios.  Pero las tentaciones también nos acechan cuando la vida nos sonríe.  Entonces es grande el peligro de caer en el orgullo y el egoísmo. De hecho, la tentación nos confronta a una elección: o hacemos nuestra propia voluntad, o confiamos en Dios para obedecerle, cueste lo que cueste.   
    Todos nos sentimos débiles ante tal elección.  Por esa razón le pedimos humildemente a Dios que no seamos expuestos a la tentación ni colocados en situaciones en las que el mal podría dominarnos.  Y conociendo nuestra debilidad, nosotros mismos buscamos evitar esas ocasiones. Ninguno puede presumir ser capaz de resistir porque “El que piensa estar firme, mire que no caiga” (1Corintios. 10: 12).  Dios no tienta a nadie, sino que somos tentados por nuestros propios deseos.  Al agregar a nuestra oración: “Librarnos del Mal”. Con esto reclamamos un favor que está a nuestro alcance por la victoria de Jesús en su muerte y resurrección: victoria sobre el mal, sobre el tentador y sobre el mundo.
 Esta oración la podemos hacer libremente y con toda confianza todos aquellos que hemos depositado la fe en Cristo que murió por nuestros pecados.  Es una oración única y exclusiva de aquellos que están perdonados; por lo tanto podemos confiar en la palabras de 1Corintios 10:13: “…Pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”. Vivir en el pecado, es imposible agradar a Dios, pues debemos salir del pecado; porque “el que practica el pecado es del diablo” 1Juan 3:8ª. Es tan importante creer en el sacrificio de Jesús para un nuevo nacimiento, así somos librados del maligno, del mundo y de los deseos de la carne; porque “todo aquel que es nacido de Dios, no práctica el pecado” 1Juan 3:9.






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