sábado, 14 de diciembre de 2013

LA GENEROSIDAD DIVINA



“Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?… Andrés… le dijo: Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos… Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían” (Juan 6:5-11).

   Cuando Jesús da, siempre da en abundancia. El día de la multiplicación de los panes sobró doce cestas.

   En Caná, Jesús dio vino en abundancia (Juan 2:7-9). Cuando los apóstoles regresaron de la pesca con las manos vacías, Jesús los envió nuevamente a pescar, y entonces sus redes se rompían debido a la cantidad de peces (Lucas 5:1-11).

   Pero si leemos bien el texto, hay otro detalle que nos sorprenderá: en cada ocasión Jesús pide a sus discípulos un mínimo esfuerzo. Él desea que participemos. Nos da todo y aún más, pero quiere que  seamos conscientes de que necesitamos su ayuda. En ese lugar desierto donde Jesús enseñaba a las multitudes, las sació con cinco panes y dos peces que un niño le había dado; y todos comieron. Jesús hubiese podido hacerlo a partir de la nada.

Durante la boda de Caná, María dijo a Jesús que faltaba vino. Él pidió que llenasen de agua los recipientes, aunque hubiese podido hacer el vino sin necesidad de agua. Jesús hubiese podido llenar de peces la barca sin que sus discípulos, muy cansados, regresaran a pescar.

Jesús hizo un esfuerzo para ir a la cruz y morir para salvarnos ¿Qué espera él de nosotros? Sólo un pequeño esfuerzo. Decirle perdóname, quiero tu salvación… y Jesús nos dará paz, felicidad, gozo, vida y vida en abundancia (Juan 10:10b). Luego renunciar al pecado, de los que tanto nos gusta y que ofende a Dios. Con la seguridad que nos dará también la respuesta a nuestras necesidades del momento.


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