“El Señor mata, él da vida; El hace descender al Seol,
y hace subir 1ª Samuel 2:6.
El sexto
mandamiento: “No matarás”, aborda un tema fundamental: la vida. El autor de la vida es Dios (Génesis
2:7). Sólo “El Señor mata, y él da
vida”. Por ello Dios prohíbe al hombre
poner fin a la vida, ya sea su propia vida o la de otro. Mediante este mandamiento condena el
homicidio voluntario, es decir, el asesinato intencional. Ahora bien, vivimos en un mundo violento en
donde asesinatos y suicidios van en aumento.
El hombre
moderno se apropia el derecho de señorear sobre la vida y la muerte. Acabar con la vida es cada vez más tentador
para resolver los problemas humanos. Por
medio del aborto se destruye el principio de una vida, una vida que alguien
consideró indeseada. La eutanasia se
propone para terminar, los sufrimientos y minusvalía difíciles de soportar
antes de su muerte natural. El suicidio es el homicidio de uno mismo, y tiene
lugar cuando el individuo llega a preferir la muerte antes que la vida. Satanás,
el padre de mentira y homicida desde el principio (Juan 8:44), hace creer que
no hay otras soluciones a estas situaciones desesperantes. Dios tiene
exigencias, pero también ha reservado respuestas de misericordia y gracia
sorprendentes para aquellos que confían en él.
El
mandamiento de no matar surge por el hecho de que el hombre es un asesino desde
su nacimiento Salmo 51: 4,5. “Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al
campo. Y aconteció que estando ellos en
el campo, Caín se levantó contra su
hermano Abel, y lo mató” Génesis
4:8. Si esta muerte clama venganza:
“La voz de la sangre de tu hermano clama
a mí desde la tierra” Génesis 4:10 ¿Cómo
será la del Señor Jesucristo? Mateo 27-24-25.
¡Qué tan duro juicio recibirá
aquella gente, la que le dio muerte!
¿Usted le gustaría callarse y no pedir perdón por haberse ensuciado sus
manos con sangre de sus semejantes y por todas las ofensas que ha hecho también
a Dios? Haga lo que hizo uno de los dos ladrones crucificados con Jesús, el que
se arrepintió y lo aceptó como su Salvador; porque el otro ladrón que injuriaba
está pagando su maldad en el infierno.
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