Pero Jesús vio la necesidad más profunda: el perdón de sus pecados. Dio atención a lo más importante y dijo, ¡Ten
ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados! Todos los pecados perdonados qué
regalo más precioso. Algunos maestros de
la ley habían venido desde Jerusalén para investigar a este nuevo Maestro,
Lucas 5:17. Decían dentro de sí: Este
blasfema. “Sólo Dios puede perdonar los
pecados”. Jesús sabía los pensamientos
de ellos Salmo 94:11; 139: 2. Él sabe
todas las cosas así que nadie puede esconder de él ni un solo pensamiento. Él
lee nuestras intenciones como un libro abierto. Entonces les hizo una pregunta
importante. ¿Qué es más fácil, decir:
“Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?” Algunos pensaron
que era difícil decir: estás perdonado. A otros decirle levántate. ¿Qué fue más fácil para Jesús, sanar un
cuerpo o un alma? Para poder Jesús sanar a un cuerpo sólo tenía que decir una
palabra ¡Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa!, e igual para
perdonar.
Pero
aquellos maestros de la ley no contestaron. Se quedaron en un silencio caprichoso
y frío de incredulidad. ¿Usted lector también se va a quedar como ellos, o se
identifica con el paralítico?
Arrepiéntase y clame perdón, acepte a Jesús como su Salvador; porque él
tiene poder sobre la tierra para sanar (perdonar) los pecados y si en su cuerpo
algo le afecta, clame sanidad con fe.
Jesús es Dios Él lo sana ¡Le costó la vida! Fue un precio muy caro,
tenía que pasar por un sufrimiento enorme para salvarnos, pero el amor lo llevó
a morir. ¡Si no buscamos perdón aquí en la tierra jamás podemos ser perdonados
en el infierno! ¿Qué espera?
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