martes, 24 de marzo de 2009

JESÚS GRAN SUMO SACERDOTE (Hebreos 4:14-16)

    Dios, en el monte Sinaí dio la ley del  sacerdocio. Su función era  interceder por el perdón de los pecados, tanto de sí mismo como también del pueblo Israelita (Éxodo 19:5-6; 28:40-43). El sacerdote tenía que sacrificar un animal como ofrenda por el pecado y la sangre era introducida al lugar Santísimo; porque allí se mostraba la presencia de Dios. Esta clase sacerdotal  fue dada exclusivamente a Aarón como sumo sacerdote y a sus hijos como sacerdotes. Solo la descendencia aarónica, la familia de Leví podía ejercer esta función; Si otra persona lo hacía, debía morir (Levítico 16: 6-15; Hebreos 5:1-3; Números 3:9-10).
    Cuando Cristo se entrega en sacrificio por el pecado del hombre, el antiguo sacerdocio queda nulo; ya que Cristo al resucitar no entró en un santuario terrenal como lo hacían los sacerdotes, sino que llegó al trono de su Padre, quien lo constituyó Sumo Sacerdote, para mediar por nosotros; porque no entró con sangre de animales sino por su propia sangre (Hebreo 10: 5-12; 4:14; 7:21; 9: 11-28).  Jesús es el camino al Padre (Juan 14:6; 1Timoteo 2:5,6 Hebreos 5:7-10).
    Lector, no queda otro camino que arrepentirse de sus pecados, aceptar a Cristo como su Salvador para quedar perdonado y así usted también obtener el derecho de ser un auténtico sacerdote, una nueva clase sacerdotal de todo verdadero creyente, ordenado directamente por Dios, oculta por la curia romana. Además, en sus oraciones tendría toda la plenitud para interceder por otros y dar a conocer esta verdad de Cristo, quienes al oír y creer en el evangelio, irían  al cielo (Mateo 6:6; Romanos 10:9-13; 1ª de Pedro 2:5; 2:9; Mateo 28:19).
    Por lo tanto todo hombre o mujer que se vista con túnicas para decir que es un sacerdote y que dice representar a Dios, es falso. No siga engañado. (1Corintios1: 26-31; Lucas 24: 46,47; Hebreos Cap 7-10:22; Apocalipsis 1:6; 5:9-10). Para anunciar el mensaje poderoso del evangelio no se necesita ser teólogo, ni pertenecer a un clero, ni usar ropaje especial, basta con creer y aceptar el sacrificio de Cristo para el perdón de los pecados, viviendo una vida en obediencia a Dios.  ¡Créale a la Biblia! 

“Por tanto,  teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos,  Jesús el Hijo de Dios,  retengamos nuestra profesión” (Hebreos 4:14).

¿POR QUÉ MURIÓ JESUCRISTO EN LA CRUZ?


¿POR QUÉ MURIÓ JESUCRISTO EN LA CRUZ?


“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: maldito todo el que es colgado en un madero”) (Gálatas 3:13)


   La condenación de la ley es la muerte (la pena por quebrantar sus mandamientos).  La ley enseñaba que cuando los criminales condenados eran colgados en un madero, esto era señal de que estaban bajo maldición de Dios.  Jesús no debía ser castigado, pero las exigencias de la ley que son para el hombre fueron cumplidas en Él, quien “fue entregado por nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación”.  (Deuteronomio 21:18-23; Romanos 4:25; Filipenses 2: 5-11). Al resucitar nos dice que la obra fue consumada, que el precio ha sido pagado, y que Dios está infinitamente satisfecho con la obra expiatoria del pecado llevada a cabo por Jesús el Salvador.


   Jesús vino a la tierra como portador del más grande mensaje de amor y perdón a favor de la humanidad culpable.  Aceptemos la paz que nos dio al morir en la cruz; sacrificio que nos separa para siempre de ley (Colosenses 1:19-20; Gálatas 3:13).


   Lector, ya tiene la respuesta del porqué murió Jesús en la cruz.  Ahora que bueno si cree esta verdad, se arrepiente y acepta a Jesús como su Salvador; porque millones de personas lo están lamentando en el infierno, ya que trataron de salvarse por medio de las obras, las que nunca dan salvación ya que la Biblia las compara: “Si bien todos nosotros somos como suciedad,  y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia;...  (Isaías 64:6).  El  no aceptar el único e inmenso  sacrificio que tuvo que pasar el Señor,  no hay salvación (Lucas.24:46,47; Rom 3:20,21; Hebreos10:12-14; Hechos 4:12); pero a los que creemos, canceló el documento que nos declaraba culpables  “anulando el acta de los decretos que había contra nosotros,  que nos era contraria,  quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (Col.2:14).  ¡Jesús resucitó, qué gran triunfo!

lunes, 16 de marzo de 2009

EL AMOR A LAS RIQUEZAS

El hombre ha hecho de las riquezas el dios de este mundo. “La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoros, y no es rico para con Dios” (Lucas 12:13-21).

Jesús nos dio a conocer su palabra, para que coloquemos nuestra mirada en él “pero los afanes de este siglo, el engaño de las riquezas y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y la hacen infructuosa (Marcos 4:19).
Cristo por amor a nosotros dejo a su Padre, “Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos” (2ª Cor. 8:9).
Además “… se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz". (Filipenses 2:6-11).
Lector, arrepentido por confiar y depender solo en las riquezas, confiese este y sus muchos pecados ante Dios, acepte el sacrificio de su Hijo para ser perdonado, así gozará de todas las riquezas que Dios tiene preparado en el cielo (Mateo 6:19).
“¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36) "Ninguno puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24).

LA IRA DEL CORDERO

“Decían a los montes y a las montañas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero” (Apocalipsis 6:16).
Jesús durante su vida en la tierra, “angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías 53:7).
Su dulzura y su compasión ganaron el corazón de muchos. Desde hace más de dos mil años sigue llamando con bondad: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29).

Pero el tiempo de su paciencia llagará a su fin; la puerta de la gracia se cerrará definitivamente. Entonces este Cordero, despreciado por los hombres a quienes ha querido salvar, volverá para ejercer juicio. En efecto, Dios “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:31).
Ese día será terrible para todos aquellos que encuentren a Jesucristo ya no como Salvador, sino como juez. Ningún ser humano se logrará esconder; por tal motivo Dios le dice: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 4:7). "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira" (Romanos 5:8-9).
Lector, arrepiéntase, doble sus rodillas ahora en vida. Suplicando perdón, acepte a Cristo como su salvador y será salvo de la ira del Cordero.

LA SANTA CIUDAD, LA NUEVA JERUSALÉN

“En la Casa de mi Padre muchas moradas hay;… voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2).
En cierta ciudad, hay una encrucijada llamada La Cruz. Cierto día un policía que hacía su ronda halló a un niño llorando, sentado en la acera. -Me perdí, dijo el chico, y no sé cómo volver a casa-. El policía lo tomó de la mano y le propuso conducirlo a la comisaría para que desde allí hablara por teléfono con sus padres.
Pero al llegar a La cruz, el niño miró un instante a su alrededor y exclamó: -¡A partir de aquí, conozco el camino! E inmediatamente soltó la mano del policía y sin vacilar salió corriendo hacia su casa.

Esta historia ilustra lo que ocurre con el que acude al calvario de la cruz del Señor Jesús. Allí puede hallar el camino a la casa de Dios. En efecto, este sacrificio es el único punto de encuentro entre el hombre y Dios. A través de su muerte puede conocer realmente a Dios como un Dios de amor, de perdón y de paz.
Jesús en la cruz se ofreció por el pecado del mundo; sufrió y lavó los pecados de todos los que confían en él. Nos abre el acceso a una vida eterna, a la casa del Padre, donde hallamos reposo, paz y gozo.

En la cruz Dios hizo brillar su amor dando a su Hijo unigénito. En este acto de amor y obediencia por parte de Jesucristo, el pecador que se arrepiente es liberado de la carga de sus pecados y se reconcilia con Dios (Mateo 11:28).
La cruz es negarnos a nosotros mismos cada día e ir en contraposición a este mundo lleno de maldad (Lucas 9:23).
Lector, tenemos que reconocer nuestras faltas y nuestra incapacidad para salvarnos a nosotros mismos. Dolidos por el pecado, pedir perdón y aceptar a Cristo como Salvador, es pasar esa puerta, caminar al cielo, a la santa Jerusalén (Apocalipsis 21:2).

EL VERDADERO AMOR

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Verdaderamente hay un conflicto entre el Dios santo, justo, y el hombre pecador. El primero no puede recibir al segundo. El profeta Isaías dijo: “Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios” (59:2).
A Dios le produce horror el pecado, pero ama al pecador. Ama a todos los seres humanos, y éstos le devuelven mal por bien. Cuando Jesús vino a esta tierra tuvo que constatar: “Han aborrecido a mí y a mi Padre” (Juan 15:24). Entonces alguien puede pensar: -Si Dios es amor, basta que perdone nuestros pecados y la separación ya no existirá. Pero si bien es cierto que Dios es amor, también es santo y justo. Por ser santo no puede soportar el pecado en su presencia, y por ser justo debe condenarlo. Nadie puede aislar un atributo de Dios y desechar los demás.

Pero he aquí algo maravilloso: Dios supo, mantener todos sus atributos y salvar al pecador. “No hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí” (Isaías 45:21). ¿Cómo pudo producirse semejante milagro? El Dios de amor entregó a su Hijo por nosotros. Jesucristo, que no tenía pecado, tomó nuestro lugar y se ofreció a sí mismo en sacrificio para salvarnos. El Dios justo lo hirió porque cargaba con nuestros pecados. El Dios santo sólo halló perfección en él. La obra fue perfecta y Dios, satisfecho en todos sus atributos, resucitó a su Amado.
¿Esto no nos asombra como para arrepentirnos y pedir perdón aceptado a Cristo como nuestro salvador? Hágalo ya.

¡ PREPÁRESE PARA NO ESTAR EN EL JUICIO !


“Cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina… y no escaparán” (1ª de Tesalonicenses 5:3)
   Terremotos, catástrofes en serie, guerras y crímenes, atentados, muertos por millares…El planeta tiene miedo.  ¿Dónde podemos estar seguros? ¿En casa o en la calle? ¿Le toca una muerte brutal sólo a los malos? No, ésta atañe a todos, incluso a los llamados inocentes, los que consideramos buenos y honestos.

   Si usted supiera que va a ser la próxima víctima, ¿qué haría y qué les diría a sus allegados? ¿Está preparado para ir al cielo? La Escritura dice: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios” (Amós 4:12).    Porque tarde o temprano cada uno de nosotros encontrará: -sea como Dios Salvador si hemos puesto nuestra confianza en la obra de Jesús, quien sufrió en nuestro lugar el juicio de Dios sobre nuestros pecados; -sea como Juez supremo si descuidamos o rehusamos la salvación gratuita.  ¿Desearía usted conocer hoy a ese Dios Salvador?  Sólo se nos abre un camino hacia el cielo: su Hijo, Jesús es el camino, él es la puerta, el único mediador, porque dio su vida y expió los pecados que levantaban una  insuperable barrera entre  el hombre culpable y Dios santo (Juan 14:6; 1ª Timoteo 2:5).
   Al presentarme como soy en mi miseria y humillación, confieso que estoy perdido, pero con fe puedo decir:
Gracias Dios, porque Jesús pagó mi deuda mediante su sangre  derramada en la cruz. Lo acepto como Salvador de aquel terrible juicio. Por tu gracia estoy listo estar en tu presencia; porque “El día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2ª de Pedro 3:10). Lector, es urgente el arrepentimiento de sus pecados.

martes, 10 de marzo de 2009

LA OFRENDA PERFECTA (Éxodo 29:18; Levítico 1: 1-17; Hebreos 10:1-10)


(Éxodo 29:18; Levítico 1: 1-17;  Hebreos 10:1-10)
   El pecado es una ofensa a Dios, nos lleva  a la muerte  y a una separación eterna (Romanos 3:23). 
Para que el pecado pueda ser perdonado y la relación con Dios sea establecida, fue  necesario que un inocente ofreciera su vida y su sangre fuera derramada. La Biblia dice: “…sin derramamiento de sangre no hay perdón” (Hebreos 9:22).  Ésta es la regla decretada por Dios.  El pecado le ofende y Él ha determinado la manera como debe ser quitado.
  En el Antiguo Testamento fue derramada mucha sangre de animales como ofrenda por el pecado.  Esto demostraba que el pecado sólo podía ser perdonado mediante la muerte de una víctima sin defecto, el mejor de la manada.  Sin embargo, ante Dios, los pecados solamente eran cubiertos por la sangre de esos sacrificios, pero Dios quitaba los pecados basándose en la futura y única muerte de Cristo en la cruz (Hebreos capítulos 9 y 10).  Jesús no conoció ni cometió pecado. Siendo perfecto cargó con los pecados de toda la humanidad; solo su muerte agradó plenamente las exigencias de Dios para nuestro perdón. Pero su sacrificio se hace eficaz únicamente para aquellos que creen en esta verdad  (1ª Pedro 2:22;  Colosenses 1:19; Romanos 1:16,17; 5:8).
   Lector, ninguna buena obra que haga podrá salvarle de la condenación; solo cuando se arrepienta de sus pecados y acepte  a Jesús como la única Ofrenda Perfecta dada por Dios para el perdón de sus pecados,  será perdonado y  preparado para ir al cielo (Proverbios 21:27; Lucas 16:15; Lucas 24:47).
  En adelante de a conocer  éste sacrificio como el mejor regalo para salvación; porque Cristo es la perfecta ofrenda que debemos predicar. No es el dinero, ni ninguna otra cosa que demos salvará al hombre pecador. La ofrenda material que demos para el necesitado, tan solo es el resultado de una verdadera conversión (Juan 3:16, 36 Hebreos 10:1-10; Efesios 2:8-10; Hebreos 13:16).