Derramó su sangre en la cruz para el perdón
de mis pecados. Me declaré pecador,
Clamé misericordia; por su gracia me perdonó. Lo acepté como mi Salvador,
Y él me dio vida eterna ¡A él se la gloria!
Después de ésta declaración de un verdadero cristiano que depositó la fe
en Jesús dijo a Dios: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley” (Salmo
119:18), y Dios le responde: “Ocúpate en la lectura” (1 Timoteo 4:13). Ahora nos da seis consejos para leer la
Biblia:
1. Ore antes de abrir su Biblia: para
comprenderla necesita la ayuda del Espíritu Santo (Juan 14:26).
2. Lea su Biblia atentamente: subraye o anote
las promesas que le han sido hechas, las órdenes que le han sido dadas y las
enseñanzas que le parecen nuevas (2 Pedro 1:4).
3. Lea su Biblia regularmente: alimente su
alma cada día con la Palabra de Dios. Recuerde que el mismo Jesús dijo: “No
sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”
(Mateo 4:4).
4. Empiece por los evangelios: no se deje
detener por aquello que no consiga comprender inmediatamente; muy a menudo la
revelación de Dios es progresiva, es
decir, no entendemos todo a la vez. Es normal que la Biblia contenga
misterios que nos superen, pues es la Palabra de Dios (Marcos 4:11,12).
5. Busque a Jesús en la Biblia: ella nos fue
dada para ponernos en relación con Dios mediante Jesucristo. Este es el tema
central y esencial de la Biblia. El Antiguo Testamento fue escrito para
preparar su venida, y el Nuevo Testamento certifica que vino (Juan 14:6).
6. Obedezca al mensaje de la Biblia: toda
insumisión y desobediencia a lo que ordena constituye un pecado. Cuando nos
dicta una actitud, una conducta, un modo de vida, debemos obedecer, pues
nuestra sumisión a la Biblia honra a Dios (Hechos 5:29).
Que
sepamos apreciar el valor de “las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden
hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la
Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente preparado para
toda buena obra.” (2 Timoteo 3:15-17).
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