“Dios… por su gran amor con que nos amó, aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracias
sois salvos)” Efesios 2: 4-5.
Si visitamos
un castillo antiguo seguro que veremos, desde la entrada, majestuosos retratos
de los propietarios, de personas caritativas o de tal o cual personaje
célebre. Fueron pintados en una época en
la que todavía no existían las fotos.
¡Todos ellos resplandecen con sus mejores ropas y en el marco conforme a
su grandeza! A través de sus rasgos, a menudo inflexibles, no vemos si esos
personajes fueron felices o no, amables o desagradables. De todos modos su gloria fue temporal, pues
la mayoría fueron olvidados. Todos
murieron, ¿Pero dónde están?
La Biblia
contiene una galería de retratos de personas débiles, humildes y sin grandes
apariencias que confiaron en Dios; sus nombres jamás serán olvidados. Entre ellos están Abel, Noé, Abraham, Sara,
Moisés, Rahab, Gedeón, Samuel, David y otros que sufrieron y fueron
maltratados. ¿Eran más santos que otros
para figurar en la lista de los que honraron a Dios? No, lo que los hizo
merecedores de tal honor fue que cada uno de ellos puso su fe en Dios en medio
de la prueba y la dificultad (Hebreos 11).
Los palacios
celestiales no estarán decorados con retratos, sino con seres vivos, la
innumerable familia de Dios, todos ellos testigos de su gracia. Rescatados, perdonados, justificados por la
sangre de su Hijo Jesucristo, llevarán vestidos de gloria, todos diferentes,
pero todos parecidos a los del Señor.
En Romanos
capítulo 16 está lleno de nombres de personas que sirvieron en el Evangelio de
Jesucristo, después de depositar la fe en Cristo y su sacrificio; se los
nombrará para contestar en el cielo diciendo: ¡aquí estoy, presente!
Lector por
favor es urgente que usted crea en Jesucristo, se arrepienta y acepte la
salvación ofrecida por él; y así estar listo para contestar a lista. El ejemplo
de Juan el Bautista, “vestido de pelo de camello y un cinto de cuero alrededor
de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre” Marcos 1:6, nos hace
estremecer en comparación a nuestro vivir llenos de títulos, muchos de ellos
falsos.
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