“Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un
carnero trabado en un zarzal por sus cuernos;
y fue Abraham y tomó el carnero,
y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo” Génesis 22: 1-13. “Probó
Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora
tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo…”
Génesis 22: 1-2.
La Biblia no justifica la muerte
de un ser humano y esto lo confirma Dios en el caso de Abraham: “No extiendas
tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada”…v.12. Entonces, ¿Cuál es el sentido de esa
escena? Es un examen de la fe de
Abraham, y también una imagen sorprendente de la cruz del Calvario que vivió
Jesús. El Hijo unigénito, aquel a quien
el Padre ama. Él fue el sacrificio, “el
Cordero de Dios” Juan 1:29.
La obediencia de Isaac recuerda
la de Jesús: “Yendo un poco adelante, se
postró sobre su rostro, orando y
diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” Mateo 26:39. Pero en contrate con Isaac, quien simplemente
se sometió, Jesús se sometió y se presentó voluntariamente a Dios “He aquí que
vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” Hebreos 10:9.
Nuevamente a diferencia de Isaac, quien no
sabía lo que su padre iba a hacer, “Jesús, sabiendo todas las cosas que le
habían de sobrevenir, se adelantó” Juan 18:4; su Padre lo acompaño hasta la
cruz y allí lo abandonó “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
Mateo 27:46. En contraste con el grito
del ángel que detuvo la mano de Abraham, no se oyó ninguna voz para desviar el
juicio que debía caer sobre el Hijo de Dios. Isaac necesito un sustituto un
cordero para su salvación “y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo”
v.13. Simbólicamente Isaac resucitó, al contrario Jesús murió como el animal,
pero luego resucitó verdaderamente, y nosotros también nos beneficiamos de
ello, somos salvos, siempre y cuando queriendo ser perdonados de nuestros
pecados si aceptemos a Jesús como nuestro Salvador, clamando perdón