“Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces
Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas
23:42-43).
Quizá lo
ignore, o más bien quiera negarlo… pero lo cierto es que usted puede asegurarse
un lugar en el paraíso, ese lugar de infinita felicidad. Jesús lo pagó para
nosotros con su propia vida. Desde ahora nos invita a apropiarnos de ese lugar.
Sus manos
llevan las marcas de las heridas que le hicieron en la cruz del Gólgota, cuando
fue crucificado. Usted sabe, porque lo oyó o lo leyó en la Biblia, que él se
entregó voluntariamente a los soldados que fueron a arrestarlo, porque vino de
parte del Padre para salvarnos. Usted sabe que necesita ser salvo. Entonces
considere el sufrimiento del Señor Jesús; él fue azotado, humillado,
crucificado por los hombres, pero dio su vida.
En aquel momento, él sabía que usted vendría al mundo y lo necesitaría.
Mire a Jesús, sus manos y su costado traspasado por donde salió la sangre;
comprenderá que no se puede añadir nada a esa salvación, Jesús la ofrece a todo
el que desea recibirle. Todo el que acepta a Jesucristo como su Salvador, es
sanado de su estado de pecado mediante Su muerte en la cruz. Jesús por el juicio, por el abandono que
sufrió de parte de Dios; usted lector es salvo y sus pecados son expiados al
creer en Jesús. Entonces, él le pone en contacto con el Padre, quien nunca le
abandonará (Gálatas 3:13; Romanos 10:9,10).
“Somos
santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para
siempre” (Hebreos 10:10). ¡El paraíso fue adquirido para usted a un alto
precio! ¿Desea entrar en él? qué bueno que diga sí con esta oración: Dios soy
un pecador, tú enviaste a tu Hijo Jesús a morir por mis pecados, ten
misericordia de mí, perdóname, solo Él me puede salvar porque derramó su sangre
y solo ella puede limpiar mis pecados, recibo a Cristo como mi salvador, amen
(1Juan 1:9; Efesios 1:7).
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