De todas las
propuestas que se le han hecho al hombre desde el comienzo de la humanidad,
ésta es la que más lo exalta. ¡Pero también es la trampa más grande! Luzbel dijo: “...sobre las alturas de las
nubes subiré y seré semejante al Altísimo" y fue “derribado” Isaías
14:13-15.
El deseo a dominarlo
todo y a la libertad total está presente en todas la generaciones. Preferiríamos no tener que rendir cuentas a
nadie, pero esta actitud significa no admitir nuestros propios límites, y esto
es un acto de rebeldía hacia nuestro Creador. Querer hacer lo que me apetece
sin tener en cuenta a Dios ni a los demás, infringir Sus mandamientos o fiarme
tan sólo de mi propio juicio, eso es lo que la Biblia llama pecado. Esta actitud nos aleja cada vez más de Dios.
Entonces nos
sentimos culpables ante Él; y es que realmente lo somos “Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida,
hinchazón y podrida llaga” Isaías 1:6.
Somos pecadores, así nos ve Dios “Vio Dios que la maldad de los hombres
era mucha en la tierra, y que todo
designio de los pensamientos de su corazón solo era de continuo el mal” Génesis
6:5, pero también nos ve como sus criaturas que necesitan ser perdonada y
salvadas. No podemos salvarnos a nosotros mismos; sólo Dios puede hacerlo. Lo
demuestra la declaración hecha por Jesús en la cruz: “Consumado es”. La cruz de Cristo es el lugar de
enfrentamiento entre el Dios Salvador y el pecado; es el lugar de su victoria
por medio del don de su propio Hijo.
Pero para disfrutar de esa victoria es necesario ampararse bajo la
bendita sangre de Jesús porque con ella somos: perdonados, lavados, rescatados,
hechos cercanos, redimidos, limpios, comprados, reconciliados e introducidos al
cielo.
El amor de
Jesús debe conducir a clamar misericordia y aceptarlo como nuestro Salvador, “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” Filipenses 2:6-7-8. Después
de su resurrección toma su puesto de Dios, junto con su Padre Hebreos 1:8;
Apocalipsis 5:6-8. ¿Cómo es posible
seguir escuchando al diablo para decir que somos dioses?
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