sábado, 14 de diciembre de 2013

LA SERPIENTE DE BRONCE Números 21: 4-9



   El pueblo de  Israel caminó por el desierto, Dios le dio el maná y agua cuando tuvieron hambre y sed,  pero ellos murmuraron contra Moisés siendo su líder, una y otra vez.  Cansados de viajar y de la comida que Dios les daba, hablaron mal vs. 4, 5.  En esta ocasión Dios lo castigó, enviándoles serpientes venenosas, muchos fueron mordidos y murieron. Todos estaban en peligro de muerte a causa de su pecado de murmuración contra Dios y contra Moisés por despreciar el maná.  Entonces, el pueblo vino a Moisés.  Ellos admitieron que habían pecado y pidieron a Moisés que orara para que Dios quitara las serpientes.
   Dios proveyó por gracia y ordenó a Moisés hacer una serpiente de bronce prometiendo que todo el que mirara a la serpiente, viviría vs. 8.  Moisés hizo la serpiente y la colocó en un poste.  Luego, comunicó al pueblo la buena noticia de que todo el que fuera mordido mirara esta serpiente.  El pueblo se alegró y muchos miraron con fe a la serpiente de bronce y vivieron.  Dios cumplió su promesa vs. 8-9. Nosotros sabemos que ésta serpiente de bronce es una figura de Cristo en la cruz Juan 3:14,15. Todos nosotros hemos sido mordidos por la serpiente venenosa, esto es, por Satanás.  Enfrentamos la muerte, no solo la muerte física, sino también la segunda muerte, que es la separación de Dios para siempre.  Ésta muerte es el salario del pecado, pero Dios quiere que recibamos el regalo de vida, en su Hijo.
    Jesús dijo a la gente que morirían en sus pecados si no creen en él Juan 8:24.  Ellos entenderían de él, cuando fuera levantado en la cruz Juan 8:28.  Y que atraería a todos los hombres.  Al decir esto, estaba indicando, cómo iba a morir por los pecados de la humanidad.  Hoy se predica las buenas nuevas, se invita al hombre a arrepentirse, a mirar por fe al Salvador en la cruz, y aceptarlo como el Señor de sus vidas, clamando perdón.  Aquellos que así lo hacen, ya no estarán bajo el juicio de Dios por sus pecados, sino que recibirán la vida eterna Juan 12:32-33; Rom 3:23.







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