El pueblo
de Israel caminó por el desierto, Dios
le dio el maná y agua cuando tuvieron hambre y sed, pero ellos murmuraron contra Moisés siendo su
líder, una y otra vez. Cansados de
viajar y de la comida que Dios les daba, hablaron mal vs. 4, 5. En esta ocasión Dios lo castigó, enviándoles
serpientes venenosas, muchos fueron mordidos y murieron. Todos estaban en
peligro de muerte a causa de su pecado de murmuración contra Dios y contra
Moisés por despreciar el maná. Entonces,
el pueblo vino a Moisés. Ellos
admitieron que habían pecado y pidieron a Moisés que orara para que Dios
quitara las serpientes.
Dios proveyó
por gracia y ordenó a Moisés hacer una serpiente de bronce prometiendo que todo
el que mirara a la serpiente, viviría vs. 8.
Moisés hizo la serpiente y la colocó en un poste. Luego, comunicó al pueblo la buena noticia de
que todo el que fuera mordido mirara esta serpiente. El pueblo se alegró y muchos miraron con fe a
la serpiente de bronce y vivieron. Dios
cumplió su promesa vs. 8-9. Nosotros sabemos que ésta serpiente de bronce es
una figura de Cristo en la cruz Juan 3:14,15. Todos nosotros hemos sido
mordidos por la serpiente venenosa, esto es, por Satanás. Enfrentamos la muerte, no solo la muerte
física, sino también la segunda muerte, que es la separación de Dios para
siempre. Ésta muerte es el salario del
pecado, pero Dios quiere que recibamos el regalo de vida, en su Hijo.
Jesús dijo a
la gente que morirían en sus pecados si no creen en él Juan 8:24. Ellos entenderían de él, cuando fuera
levantado en la cruz Juan 8:28. Y que
atraería a todos los hombres. Al decir
esto, estaba indicando, cómo iba a morir por los pecados de la humanidad. Hoy se predica las buenas nuevas, se invita
al hombre a arrepentirse, a mirar por fe al Salvador en la cruz, y aceptarlo
como el Señor de sus vidas, clamando perdón.
Aquellos que así lo hacen, ya no estarán bajo el juicio de Dios por sus
pecados, sino que recibirán la vida eterna Juan 12:32-33; Rom 3:23.
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