La sociedad
pide testigos para un accidente, para un juicio ante el tribunal, para un
casamiento… Los testigos sirven para colmar la veracidad de un hecho.
Sus
declaraciones son fundamentales para determinar la responsabilidad de una
persona, para orientar las investigaciones hacia el autor de un robo o de un
crimen. Es muy importante que el
testimonio sea fiable y que refleje exactamente la realidad. El noveno mandamiento
de la ley de Dios condena firmemente el falso testimonio, el que falsifica la
verdad, el basado en la mentira, independientemente del motivo que lleve al
testigo a darlo así, ya sea para perjudicar o para favorecer. ¡Cuántos errores
judiciales, reputaciones manchadas, inocentes condenados y culpables
disculpados debido a falsos testimonios!
A lo largo
del proceso de Jesucristo, el más injusto que haya existido, varios testigos
dieron falso testimonio contra él “aunque muchos testigos falsos se
presentaban. Pero al fin vinieron dos
testigos falsos” (Mateo 26:60). “El Señor aborrece… el testigo falso que habla
mentiras” (Prov. 6:16,19), incluidas las medias
mentiras. Él espera que día a día
los hombres rechacen la mentira y digan la verdad cuando hablen con su prójimo;
testimonio que no pasará desapercibido.
“Desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo” (Ef.
4:25).
¿Quién no ha
caído en este pecado? Pues la Biblia declara que todos somos pecadores (Romanos
3:10).
Por lo tanto
querido lector, una sola mentira hace que tengamos un juicio; porque con un
solo pecado nos hacemos trasgresores de todos (Santiago 2:10). Así que su salvación esta hoy en sus manos,
solo queda clamar perdón y aceptarla con fe, creyendo en el sacrificio de
Cristo en la cruz, así quedan borrados todos sus pecados ¿”Cómo escaparemos
nosotros, si descuidamos una salvación
tan grande?…” (Hebreos 2:3). “Dios es amor” (1 Juan 4:8), pero también es el
Dios de verdad (Salmo 31:5). Su Hijo
juzgará a las naciones. ¡Arrepintámonos ya!
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