“Un hombre hizo una gran cena, y convidó a
muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados:
Venid, que ya todo está preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse…” Lucas
14:16-18.
Se
había organizado una gran cena para muchos invitados, toda gente honorable,
pero muy ocupada en sus asuntos. Uno había comprado un campo y quería verlo,
otro un par de bueyes y quería probarlos, otro acababa de casarse. Demasiado
ocupados, los invitados rechazaron amablemente la invitación. Quizás en otra
ocasión… ¡Pero no habría una segunda oportunidad! El señor de la casa había
hecho grandes preparativos, los cuales habían exigido sacrificios. La bondad
manifestada hacia sus invitados era grande. ¡Rechazar su invitación era, pues,
una ofensa imperdonable! Y las razones que éstos daban carecían de valor.
Esta historia ilustra la invitación que Dios hace a cada uno de
nosotros: ¿Quieres venir a mí para ser salvo? Dios le urge a responder
afirmativamente. Le ofrece la paz, la salvación, la vida eterna y la felicidad
junto a él. Este lugar lo adquirió para usted al precio del sacrificio de
Jesucristo, su Hijo amado. De todos modos la casa se llenará, quizá de gente
pobre, ciega, minusválida, es decir, de todos los que reconocen su culpabilidad
y depositan su confianza en Dios.
¿Qué
sucederá con los primeros invitados? Un día se encontrarán con una puerta
cerrada. Cuando digan: “¡Señor, señor, ábrenos!”, el Señor de la casa les
responderá: “De cierto os digo, que no os conozco” (Mateo 25:11-12). Hoy que estamos vivos el señor nos dice: “Aún
hay lugar” para ti Lucas 14:22. Con fe
aceptemos el sacrificio de Jesús para nuestro perdón, recibámoslo como
salvador, arrepentidos de todos nuestros
pecados, somos salvos del juicio venidero.
Jesús
es aquella víctima sacrificada por nosotros: “De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del
Hijo del Hombre, y bebéis su
sangre, no tenéis vida en vosotros. El
que come mi carne y bebe mi sangre,
tiene vida eterna; y yo le
resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida” (Juan
6:53-55). Lector, venga, acepte la
invitación, crea en él.
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