sábado, 20 de noviembre de 2010

UNA JUSTICIA INJUSTA

“Habéis condenado y dado muerte al justo” (Santiago 5:6)

Los escándalos envenenan a menudo la vida política de los muchos países. Esto es grave, porque si los que tienen el poder no dan ejemplo, ¿quién lo dará? Si la justicia es injusta, ¿qué nos queda? (Romanos 1:18).

Esta triste comprobación no es cosa de ayer. Hace dos mil años tuvo el más injusto de todos los procesos. El acusado no era ni más ni menos que Jesucristo, el Justo; los denunciantes eran gente como usted y yo, aquellos a quienes Él quería ayudar. Como afirmaba ser Hijo de Dios, lo jueces religiosos lo condenaron a muerte. El magistrado civil, convencido de su inocencia, confirmó la sentencia bajo la presión del pueblo. Aun sus amigos lo abandonaron (Mateo 26:47; Lucas 23:22). Este proceso terminó siniestramente con la crucifixión del condenado. Sí, verdaderamente aquel día la justicia fue deshonrada e injusta (Hechos 3:14).
¿Por qué siendo Hijo de Dios se dejó crucificar? Porque era el único medio de salvarnos. ¿Por qué Dios no intervino? Porque en lugar de castigarnos a nosotros, castigó a su propio Hijo cargando con nuestras culpas, incluso la de nuestra rebeldía contra Dios (Isaías 53:5; 2ª Corintios 5:21; 1ª Pedro 2:24).
La crucifixión de Jesucristo fue la más grande injusticia que la humanidad haya cometido jamás (Mateo 27:23), pero por ella Dios mostró su propia justicia al aceptar el sacrificio perfecto de su Hijo. Por tanto querido lector, si no se arrepiente y acepta la muerte de Jesucristo para el perdón de sus pecados, la ira de Dios que fue en su Hijo estará sobre usted (Hebreos 10:29; Juan 3:36). Por favor no tarde más, hoy es el día de su salvación, acepte a Jesús como su Salvador. No olvide que él resucitó y viene por segunda vez como juez, para quienes no tomaron esta salvación (2ª Corintios 6:2; Apocalipsis 1:7; Lucas 12:5).

No hay comentarios: