sábado, 20 de noviembre de 2010

EN LA BARCA DE JESÚS

“Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí… Purifícame con hisopo, y seré limpio… Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza… Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmo 51:2-3, 7, 15, 17).

El apóstol Pedro era pescador de profesión. Después de una noche inútil, se puso a limpiar sus redes. Jesús llegó a la orilla del lago, rodeado por la multitud sedienta de sus palabras. Entró en la barca de Pedro y le pidió que se aparatara de tierra un poco, para poder dirigirse mejor a la multitud. Al mismo tiempo, estando tan cerca, Pedro escuchó la enseñanza dada. Luego Jesús le pidió que bogase mar adentro y echase las redes para pescar (Lucas 5:1-11).
Pedro echó la red diciendo que había pasado toda la noche sin pescar nada. Entonces, ¡cuán grande fue su sorpresa cuando vio tal cantidad de peces, de modo que se estaba rompiendo la red! Jesús penetró en la vida de Pedro, en su trabajo profesional. Frente a ese poder, “cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador”. Pedro era consciente de sus propios pecados y de la perfección de Jesús.
Parece contradictorio echarse de rodillas ante Jesús y decirle: “Apártate de mí”. Pero al mismo tiempo, la gracia y el amor que da Jesús; “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10), lo llevaron a postrarse a sus pies. ¿Y cuál fue la contestación del Señor? Una respuesta llena de amor y de salvación: “No temas”. Ésta también es su historia usted que lee este mensaje. El pecado nos aleja de Dios y de su Hijo Jesucristo, pero sólo Él puede salvarnos; su amor muriendo en la cruz por nuestros pecados, nos atrae hacia él. Todos nos hemos dedicado a echar la red en el mundo para tomar toda clase de objetos que son solo vanidad. Al pedir perdón, reconociendo que somos pecadores, y aceptar a Cristo como nuestro salvador, Él nos toma en sus brazos, para que en adelante echemos la red (el Evangelio), y así como Jesús llenó la red con muchos peces, usted, por su predicación, muchos vendrán a esa hermosa barca de Jesús; porque es él quien nos dice: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Y en otra parte también dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28: 19-20).

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