sábado, 20 de noviembre de 2010

EL DIABLO, LA CARNE Y EL MUNDO

Estas tres potestades tienen un vínculo íntimo entre sí, y todas trabajan en una combinación persistente y tenaz para la ruina y perdición de los hombres. La carne es la carroza y el mundo es el escenario donde el diablo anda y opera. Con todo esto, cada una de estas potestades tiene su esfera autónoma para obrar en el campo que los hombres facilitan.

Satanás uno de los enemigos del hombre dijo a Eva: “mas sabe Dios que el día que comiereis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:5). Desde ese momento, cuando Adán y Eva obedecieron al diablo, entró el pecado en el mundo (Romanos 5:12). El hombre murió, no solo físicamente, también espiritualmente, pues, ya está alejado de Dios, y el diablo es quien reina en su vida.
La carne siempre es dada al mal. La mayoría de las veces el hombre, después que ha caído y ha complacido sus placeres carnales, le echa la culpa al diablo diciendo: él me tentó, se me metió y cometí un disparate. Las escrituras dicen: …mas yo soy carnal, vendido al pecado (Romanos 7:14-24). Aun el cristiano también lleva en sus miembros el pecado.

El mundo tiene sus riquezas y pasatiempos. Tiene sus modas y caprichos. En las mujeres se ve en su desnudes, donde excitan de la manera más vulgar. El mundo tiene su vanidad, trabaja para la carne, y la carne y el mundo para el diablo.
Del mundo vienen los noviazgos impuros y bajos, y los matrimonios fuera de los principios bíblicos. La potestad y la gloria del mundo están para el hombre sin Cristo (Lucas 4: 6-7).

En resumen, el hombre está perdido. Para salir de todo esto debemos tomar a Jesús como nuestro salvador, él murió en la cruz por nuestros pecados, al arrepentirnos y clamar perdón él está presto a perdonarnos. Este es el remedio para resistir a estos tres enemigos; entonces la Biblia nos dice: “Resistid al diablo y huirá de vosotros (Santiago 4:7); a la carne: Huid de la fornicación…, Huye también de los deseos juveniles (1ª Corintios 6:18; 2ª Timoteo 2:22). Por último del mundo dice: “No améis el mundo ni las cosas que están en el mundo” (1ª Juan 2:15). El tomar la salvación que Jesús ofrece, todos estos sufrimientos cesarán cuando estemos en el cielo (1ª Corintios 15:51-52).

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