sábado, 20 de noviembre de 2010

CONFESAR NUESTROS PECADOS

Dios dice: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor a mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Isaías 43:25)

Mi pasado me abruma… He ido demasiado lejos. Lo único que Dios puede hacer conmigo es condenarme. Para mí todo está perdido…. Si tales pensamientos lo atormentan, si se siente desanimado, demasiado culpable, quisiera alentarle a volverse a Dios, tal como usted es. Para él nadie es demasiado culpable. “Asegurémonos nuestros corazones delante de él; pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas” (1 Juan 3.19-20).

Sí, el Evangelio anuncia que Dios perdona a aquel que reconoce sus faltas. Solamente nos pide que le confesemos nuestros pecados. Entonces él borra nuestras faltas y nos da una nueva esperanza, una nueva razón para vivir; y más que esto: nos da una nueva vida. En su Palabra, Dios muchas veces nos dirige palabras de amor y perdón. Él nos ama, pese a nuestros pecados, y da a todo aquel que cree, una vida más poderosa que la muerte.

Su perdón es gratuito, porque él pagó el precio más alto cuando su Hijo, el Señor Jesús, murió para expiar nuestras faltas. Su misericordia no va en contra de su justicia perfecta. Dios es “justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Romanos 3:26). Entonces, si usted se juzga a sí mismo, si es consciente de haber pecado, acuda a Jesús. Él le espera que clame perdón, se arrepienta para perdonarle. Él pagó por usted y por mí. Reciba a Cristo como su Salvador. Él resucitó para estar con usted y ayudarle a dar la espalda al pecado.

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