sábado, 20 de noviembre de 2010

CRUCIFICADO EN DEBILIDAD

En el lugar de la Calavera, allí el Hijo de Dios fue “levantado de la tierra”; allí “Sufrió la cruz, menospreciando el oprobio; allí fue “crucificado en debilidad” (Juan 12:32-33; Hebreos 12:2; 2ª Corintios 13:4).

Allí, además, fue llevada a cabo la gloriosa obra de la redención y allí también hallaron su pleno cumplimiento los designios de Dios hacia el hombre pecador. Lamentablemente, el lenguaje humano no puede describir en toda su dimensión el alcance y las infinitas consecuencias de este evento, por estar el hombre preocupado por las cosas que este mundo ofrece. “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará” (Juan 13:31-32)
Allí, “le dieron a beber vinagre mezclado con hiel”. El hecho de que el Señor haya probado el brebaje antes de rehusarlo constituye un testimonio muy conmovedor de su perfecta humanidad y de su humillación. Sin embargo, aunque sentía el dolor, desechó todo alivio que podría provenir de parte de los hombres: “Mas él no lo tomó” (Marcos 15:23). Rechazó el bebedizo que el hombre le ofrecía a fin de beber, plenamente conciente, la copa amarga que había recibido de la mano de su Padre.

“cuando le hubieron crucificado…” escuchamos al Señor expresando su lamentación: “Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos, horadaron mis manos y mis pies…” (Salmo 22:16-17). El pueblo, incluido los sacerdotes fueron exhortados: “Jesús nazareno… a éste… prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole… a quien vosotros matasteis colgándole en un madero” (Hechos 2:22-23; 5:30; 10:39).

Lector, no se alarme de lo que ellos hicieron con Jesús, usted también está en la mismo posición. Su pecado fue el motivo por el cual Jesús Murió en la espantosa cruz, el no arrepentirse de sus pecados, y no aceptarlo como Salvador, hace segura su condena, como aquellos que decían “crucifícale, crucifícale es reo de muerte” (Lucas 23:21; Mateo 26:66).

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