sábado, 20 de noviembre de 2010

NUESTRO NOMBRE



“Regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lucas 10:20).

   Nuestro nombre cada uno de nosotros lo recibió el día de su nacimiento: es el que escogieron nuestros padres, seguido por el apellido  de ellos.  Desde entonces este nombre figura en todos nuestros documentos de identidad.  ¡Cuántas veces lo hemos deletreado, escrito, registrado o subrayado! Este nombre nos pertenece, está ligado a  nuestra vida y no podemos cambiarlo.  Un día estará grabado también en una tumba.

  Los archivos de los hombres desaparecen tarde o temprano, pero el registro de Dios está conservado y puesto al día en el cielo, para ser abierto en aquel solemne día del juicio (Apocalipsis 20:12-15).  Hoy es el llamado para recibir a Cristo como Salvador y decir presente, esto es: cuando nos arrepentimos de nuestros pecados, entonces somos rociados por su sangre, perdonados y nuestros nombres serán borrados de los libros del gran juicio, para ser inscritos en el  libro de la vida  (1ª Pedro 1:2; Apocalipsis 3:5).  Podemos estar seguros de que nuestra vida eterna es segura.   Así estaremos para siempre con el Señor en la eternidad,  “El que en él cree, no es condenado” (Juan 3:18).

   Los privilegios de pertenecer a Dios no nos son concedidos por una autoridad religiosa o alguna buena obra, sino por la fe (Efesios 2:8,9).  Y en esta familia cada uno está inscrito por siempre en el registro divino del cielo.  “No se turbe vuestro corazón;  creéis en Dios,  creed también en mí.  En la casa de mi Padre muchas moradas hay;  si así no fuera,  yo os lo hubiera dicho;  voy,  pues,  a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar,  vendré otra vez,  y os tomaré a mí mismo,  para que donde yo estoy,  vosotros también estéis” (Juan 14:1-3).  Esta es la promesa para los que estamos en Cristo. Lector no espera mas, apresúrese, clame perdón, así su nombre también estará inscrito en el cielo.                  

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