sábado, 20 de noviembre de 2010

EL MATRIMONIO

“Honroso sea en todos el matrimonio, y su lecho sea puro, porque a los fornicarios y a los adúlteros Dios los juzgará” (Hebreos 13:4).

La crisis del matrimonio y de la familia es muy grave actualmente. El divorcio, el adulterio, la unión libre y toda clase de desviaciones quebrantan una de las más nobles instituciones dadas por Dios al ser humano: el matrimonio (Génesis 2:23-24). Esto acarrea muchos sufrimientos, maltrata y lastima numerosas vidas. La razón es que muchos quieren liberarse de los mandamientos divinos para vivir como ellos quieren.
Aun cuando nuestra sociedad pisotea los principios divinos, las enseñanzas de la Biblia permanecen claras e inmutables, y el cristiano tiene el deber de conformarse a ellas. Corremos el peligro de acostumbrarnos a la práctica popularizada del divorcio, reconocido como legal a los ojos de los hombres, pero reprobado por el Señor, quien declaró: “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo19:6). Por tanto, toda persona que no esté viviendo con su legítimo conyugue debe separarse; sino puede volver con su propio esposo (a) debe permanecer solo; porque en el cielo no entrará ninguna cosa inmunda (1ª Corintios 6:9-10; Apocalipsis 21: 27).
Además de la deformación del matrimonio, otra trampa acecha en particular a los jóvenes: la unión libre o el casamiento a prueba, los cuales tienen un nombre común: pecado y desobediencia a Dios. La unión de la sexualidad permitida por Dios sólo puede realizarse en el casamiento. La Sagrada Escritura califica todas las relaciones antes del matrimonio como pecado de fornicación. “Huid de la fornicación… “(1ª Cor. 6:18).
Si el lector se encuentra bajo una de estas situaciones, sepa que Jesús vino, murió en la cruz y derramó su sangre para perdonarle; usted lo que debe hacer es arrepentirse y pedir perdón aceptando a Cristo como su Salvador. Luego abandone estos pecados: el adulterio, la fornicación y los muchos más, así agradará a Dios.

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