sábado, 20 de noviembre de 2010

EL TERRIBLE VIRUS

“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23)

Después de que la palabra virus pasase a formar parte del vocabulario de la biología y de la medicina, hace casi dos siglos, más recientemente pasó a emplearse en informática. Designa a un muy pequeño elemento que se introduce en un ser vivo o en una computadora (ordenador) y consigue deteriorarlo, modificando sus funciones vitales desde el interior. Existe uno mucho más peligroso que el del Sida, mucho más devastador. Infecta a cada ser humano, lo quiera o no: es el pecado.
Este virus mortal contaminó a Adán y Eva, nuestros primeros padres, e infectó la humanidad entera, una generación tras otra. Cada ser humano está contaminado y puede ver múltiple síntomas de ello en su propia vida. Algunos pueden parecer benignos, como la mentira, la burla, los celos; otros parecen más graves: el hurto, el asesinato, la fornicación, el adulterio, el homosexualismo, lesbianismo… Pero todos tienen el mismo origen y conducen al mismo fin fatal: “la muerte” (Romanos 5:12).

La muerte destruye al cuerpo, pero el alma subsiste ante Dios, y el que no cree, que Dios entregó a su Hijo para salvar al hombre, sufrirá “la muerte segunda” (Apocalipsis 20:14), es decir, el eterno alejamiento de Dios. Dios ama a los hombres. Les dio el único remedio eficaz para escapar del infierno. “la sangre preciosa de Cristo” derramada en la cruz, que “nos limpia de todo pecado” y nos da la vida eterna (1 Pedro 1:19; 1 Juan 1:7).
Así como el antivirus es usado para limpiar un sistema operativo, la sangre de Jesucristo es el medio para perdonarnos de todo pecado; por lo tanto no nos queda otro remedio que arrepentirnos suplicando perdón, diciéndole a Dios: “lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado” (Salmo 51:1-5), para así quedar limpios y listos para ir al cielo.

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