miércoles, 23 de octubre de 2013

“PERDÓNANOS NUESTROS PECADOS

“PERDÓNANOS NUESTROS PECADOS PORQUE TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A TODOS LOS QUE NOS DEBEN” (Lucas 11:4).
      El versículo del encabezamiento está relacionado con estas palabras: “y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos;  y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16:19); “A quienes remitiereis los pecados,  les son remitidos;  y a quienes se los retuviereis,  les son retenidos” (Juan 20:23).  Es el perdón que debemos clamar a Dios y el de perdonar a nuestros hermanos.  No es el que alguien nos absuelva como si fuera Dios.  Solo Él y su Hijo perdonan.  También la iglesia, o sea el conjunto de creyentes se ponen de acuerdo de atar o desatar; retener o remitir, que es igual a aceptar o no en la comunión a un hermano que ha pecado (Mateo 18: 15-22; 1 Cor. 5: 1-13).  

    “Sed benignos unos con otros…perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:32; Mateo 18: 20-22). “Hermanos,  si alguno fuere sorprendido en alguna falta,  vosotros que sois espirituales,  restauradle con espíritu de mansedumbre,  considerándote a ti mismo,  no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1).  Si los creyentes no estamos dispuestos a perdonar a los que nos ofenden,  ¿Cómo podemos esperar tener alianza con Dios, que verdaderamente nos ha perdonado libremente nuestras ofensas? Al recibir el perdón de Dios, está claro que debemos perdonar a aquellos que ofendimos.  ¿Cómo hacerlo? En lo posible buscarlos y en humildad, dispuestos a reconocer el pecado nos reconciliamos.  Dar este paso no es  fácil, pero es Dios quien nos ayuda para volver a tener paz con los que nos rodean.  “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombre” (Romanos 12: 16-21).

     “Padre, perdónalos,  porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Jesús hizo esta petición por todos ¿por qué no clama perdón?  Asegure hoy su salvación; su petición Dios la escucha si verdaderamente se arrepintió de sus pecados, clamó perdón, aceptando a Cristo como su Salvador.  El mensaje esencial del Evangelio es que Jesús pagó la deuda de nuestras ofensas, tomó él nuestros pecados para que no vayamos al infierno.




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