miércoles, 23 de octubre de 2013

“NO COMETERÁS ADULTERIO” 7º Mto Éxodo 20:14

      Los esposos se deben mutua fidelidad…. Este compromiso, ¿es respetado por la pareja? ¿Saben que la fidelidad es un mandamiento de Dios? Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre” (Prov. 5:18-20).

     Todo registro matrimonial es ley de Dios (Romanos 13:1) y su consejo: “Porque el mandamiento es lámpara,  y la enseñanza es luz,  y camino de vida las reprensiones que te instruyen, para que te guarden de la mala mujer, de la blandura de la lengua de la mujer extraña. No codicies su hermosura en tu corazón,  ni ella te prenda con sus ojos; porque a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan; y la mujer caza la preciosa alma del varón. ¿Tomará el hombre fuego en su seno  sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen? así es el que se llega a la mujer de su prójimo; no quedará impune ninguno que la tocare” Prov. 6:23-29. Únicamente la muerte de uno de los dos los separa, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre Rom 7:2,3;  Mt. 19:6. Las relaciones sexuales fuera del matrimonio son lo más normal en la vida real, las películas, las novelas, las canciones... Ya no se habla de adulterio, sino de aventura, algo normal… La búsqueda del placer personal, egoísta, borra la dimensión moral, el sentido bíblico de la sexualidad.  “El Señor ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto “(Malaquías 2:14). ¿Usted está libre de esta acusación del Señor?

   La infidelidad en la pareja acarrea sufrimientos, y a menudo, la ruptura de una familia. La sociedad actual es prueba de ello, Jesucristo la juzgará.  Morir sin pedir perdón, sin aceptar que Cristo murió en la cruz para el perdón de  estos pecados y los muchos más, es exponerse al infierno.  Es preciso tomar a Jesús como Salvador; hacer una oración personal con un corazón arrepentido, clamando con fe por la salvación. En adelante vivir para Dios y para su cónyuge con toda honestidad, es corregir una vida desordenada y sucia (Mateo 5:28; Hebreos 13:4).  


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