miércoles, 23 de octubre de 2013

HACED TESOROS EN EL CIELO Mateo 6: 19-21

Jesús enseña cómo Sus seguidores deben manejar las cosas terrenales, tales como dinero, comida, ropa.  En primer lugar, ¿Qué debe ser nuestra actitud en cuanto al dinero?  El Señor nos manda acumularlo, ahorrarlo.  Pero tenemos que escoger donde ponerlo.  Nos dice que la tierra no es un sitio seguro para nuestros tesoros.  La polilla come la ropa y el óxido daña el metal.  Los ladrones pueden robar ambas cosas.  Las riquezas vuelan Prov. 23:5. Las posesiones terrenales pierden valor al gastarse, oxidarse, pasar de moda.

   En el Banco del Cielo es totalmente seguro.  Podemos poner nuestros tesoros, tiempo y talentos a trabajar para el Señor y de esta manera los depositamos con toda seguridad en el  cielo.  Ningún enemigo puede destruir o robar. Allá no habrá muerte, ni destrucción ni perdida.  Entonces la palabra de Jesús para nosotros es invertir todo lo que podemos en el cielo. Pero hace falta la visión correcta para hacer esto;  apenas vemos con los ojos físicos. La miopía espiritual  es de todos. Solo vemos las cosas terrenales, y no las cosas celestiales y eternas 2ª Pedro 1:5-9. Mantenga una moneda pequeña cerca del ojo y ocultará todo el cielo.  De la misma manera, si pensamos sólo en el dinero olvidaremos las cosas celestiales; al morir dejamos todas nuestras posesiones, no llevamos nada Lucas 12:13-21; 1ª Tim 6:7-9.

   Escojamos servir entre dos amos. Un esclavo sólo podía pertenecer y servir a un Señor.  Si acumulamos todo nuestro tesoro en la tierra somos esclavos del dinero.  Es decir, vivimos para obtener todas las cosas que el dinero puede comprar. El amor al dinero nos destruye 1Tim 6:10. Pero servimos a Dios cuando atesoramos nuestro dinero en el cielo.  Tenemos que escoger a quien servir Josué 24:15.

   Jesús entregó todo para rescatarnos, fue hasta la cruz, murió por nuestros pecados. Para poder servirle, debemos  entregarnos a él primero; porque no podemos servirle estando sucios.  Al clamar perdón y aceptar que Jesús murió por nuestros pecados, recibirle como Salvador, su sangre nos limpia de todo pecado, entonces el Espíritu Santo pondrá en nosotros ese deseo de anunciar la palabra para que muchos se salven. Y en silencio hacer obras de misericordia Mateo 6:2.

“A Dios presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho,  se lo volverá a pagar”  Proverbio 19:17.

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