miércoles, 23 de octubre de 2013

EL BIEN Y EL MAL

“Todos se habían corrompido; no hay quien haga lo  bueno, no hay ni aun uno” Salmo 53:3. “Dejad de hacer lo malo; y aprended a hacer el bien” Isaías 1:16,17.

    Este tema del bien y del mal, solo se lo trata en el sentido de lo que se ve hacer lo malo públicamente y no en lo que hay dentro del corazón Salmo 51:1-5; Isaías 1:6.  ¿Cómo saber qué está bien y qué está mal? ¿Cuál es la diferencia? ¿Cuál autoridad decide entre lo que está bien y lo que está mal?

   El razonamiento humano no nos aclara nada, más bien nos confunde; el uno dice una cosa, otro dice otra.  Dios declara: “¡Ay de los que a lo mano dicen bueno, y a lo bueno malo!” Isaías 5:20.  Es Dios quien nos da a conocer nuestro camino en medio del bien y del mal; y nos ha dado la conciencia como capacidad para hacer la diferencia.

   Pero esta conciencia necesita ser apoyada con la Biblia: “tu palabra es verdad” Juan 17: 17. “Tenemos también la palabra profética más segura,  a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro,  hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” 2Pedro 1:19.  Sólo ella pone en contraste sin equívocos lo que está bien y lo que está mal.  ¡Esta es la verdad real, universal e invariable!  El problema es que el corazón humano está “dispuesto para hacer el mal” Eclesiastés 8:11; no escucha de buena gana su conciencia, la cual lo advierte, y ésta se endurece cuando no se le hace caso. Pero Dios no se cansa de invitar a escucharle y a obedecerle: “Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma” Isaías 55:3. “El que quiere amar la vida y ver días buenos… apártese del mal, y haga el bien” 1Pedro 3:10-11.

  En todo lo anterior vemos el consejo de Dios, quiere que estemos a cuentas con Él, esto es: tener en mente el sacrificio que Jesús vivió en la cruz por nosotros, para que nuestro corazón dolido por nuestros pecados, pasados, presentes y futuros encuentre la paz, el perdón de nuestras faltas; que  al aceptarlo con fe como nuestro salvador, el Espíritu Santo vendría a nuestras vidas para dirigirnos en el bien y estar preparados para la venida de Nuestro Señor Jesucristo  Efesios 2:10; 1 Tes. 5: 23.


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