“En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto
tú, oh Señor, no desamparaste a los que te buscaron” Salmo 9:10.
Pronunciar el
nombre de Dios, para nosotros debe recordar inmediatamente el supremo honor que
se le debe Mateo 6:9. Nadie exaltó mejor
que Jesús el nombre de Dios. Él lo
reveló mediante sus palabras, sus hechos, su vida y su muerte. Igualmente mediante su santidad, su amor, su
justicia y su victoria cuando resucitó.
Santificar el
nombre de Dios es reconocer que él es santo, enteramente diferente de todo lo
que caracteriza al hombre. Es darle el
lugar que merece en toda nuestra vida, en nuestros pensamientos, nuestras elecciones
y nuestras palabras. Herodes murió
comido por gusanos por no dar gloria a Dios Hechos 12: 20-25.
En el mundo
en que vivimos el nombre de Dios está lejos de ser santificado. En lugar de ser respetado, a menudo es
blasfemado. Esto muestra la decadencia
moral de los hombres que buscan su propia gloria y quieren hacerse “un nombre”
Génesis 11:4. Incluso en la vida de los
así llamados cristianos, el nombre de Dios a menudo es deshonrado. Que podamos hacer nuestra esta conmovedora
oración de un cristiano anónimo, hallada en un viejo manuscrito: -Padre amado,
tu nombre sea santificado en mí.
Reconozco que a menudo he profanado tu nombre, que con mi orgullo,
preocupado por mi honor y mi reputación, he mancillado tu santo nombre. Socórreme en tu gracia para que en mí no haya
más que tu nombre y tu gloria-.
Cierta vez
Jesús dijo: “les he dado a conocer tu nombre…” Juan 17:26. Toda persona que quiera glorificar a Dios,
debe Creer en Jesús Juan 14:1, puesto que el nos afirma diciendo: El que me ha
visto a mí, ha visto al Padre Juan 14: 9-11; solo por Jesús llegamos a Dios
Juan 14:6. La esencia: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”
Juan 17:4; este pasaje apunta al sacrificio de Jesucristo en la cruz; por lo
tanto todo aquel que toma a Jesús con su salvador, suplicando perdón, es
perdonado y glorifica a Dios el Padre; porque Jesús dijo: “gloria de los
hombres no recibo” Juan 5:39-42. Solo el pecador arrepentido, tiene ese honor
Lucas 14:11.
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