sábado, 20 de abril de 2013

EL EVANGELIO DE LUCAS

     Nos presenta a Jesucristo desde su nacimiento, niñez, como el Hombre divino y perfecto “Y vino una voz desde la nube,  que decía: “Este es mi Hijo amando;  a él oíd".   "Tú eres mi Hijo amando;  en ti tengo complacencia"  Lucas 1: 26,27; 2:49-52; 9:35; 3:22; Juan 8:46; Isaías 7:14.

      El Espíritu Santo al dirigir este libro, después de la salvación del hombre “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” Lucas 19:10, lo quiere mejorar  en lo moral, intelectual y físicamente; mostrando a los judíos su fracaso en obtener la salvación por medio de la ley y sus ceremonias, e igual con los griegos que fracasaron en obtenerla por medio de su cultura y filosofía. La educación filosófica es para los hombres paganos; lo que la ley siendo la guía para los judíos, fue tan solo  para llevarlos a Cristo.

      Dios para satisfacer la necesidad del hombre, entrega a su Hijo sin pecado, como el segundo Adán y Salvador de la humanidad (1Cor 15:45-50). Se regocija por salvar al hombre que se arrepiente de sus pecados: “Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido” Lucas 15:32 “Os digo que así habrá más gozo en el cielo  por un pecador que se arrepiente...”  (Lucas 15:7).

    Ahora ¿Cómo es posible que Jesús, hombre perfecto, muera en una cruz como un vil ladrón? Por el pecado Dios en el A. T. había decretado que muera un animal, el mejor de la manada como sustituto del pecador, pero a Dios ya no le satisfizo esta clase de ofrenda, y además, el hombre ya presentaba lo peor Isaías 1:11; Malaquías 1:8, 13, 14; así que condenó a su Hijo “…Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado,  y a causa del pecado,  condenó al pecado en la carne”  (Romanos 8:3; Hebreos 10:8-18).

     Todos merecemos estar colgados en la cruz por nuestros pecados; al mirar a Jesús el hombre singular, ejemplar, que aceptó subir en un madero por nosotros imperfectos; debería llevarnos a clamar perdón y aceptarlo como nuestro Salvador. 


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