sábado, 20 de abril de 2013

“ACUÉRDATE DEL DÍA DE REPOSO…” 4º Mandamiento Éxodo 20:8-10

     La palabra “Sábado” significa cesar de trabajar, en la Biblia “día de reposo”. La ley de guardar este día tuvo su principio en Éxodo 16 y 20, y  fue exclusivamente para Israel (Éxodo 31:12-17; Nehemías. 9:13,14; Ezequiel 20:10-12). Ellos recordaban que fueron liberados de la esclavitud de Egipto (Deuteronomio 5:15). Nunca fue dado a los gentiles, ni mucho menos a la iglesia.  El no comprender las diferentes ordenanzas que hace Dios  tanto para los  judíos, gentiles, y la iglesia de Dios da lugar a mucha confusión (1ªCorintios 10:32).

   Israel descansaba en este día literalmente,  hoy los cristianos reposamos espiritualmente en Jesús, descansamos de nuestros pecados (Mateo 11:28). El sabbat se lo guardaba de viernes a sábado de seis a seis de la tarde;  la nueva ordenanza de Jesús no lo afirma. Por lo tanto Jesucristo se presenta como hombre, perfecto sin pecado, para obedecer a su Padre y así en la cruz abolir esta ley del A. T. y muchas otras dada por Moisés (Romanos  10:4; Hebreos 10:1-10). Esta figura sabática se hace realidad en Cristo, en otras palabras él es el sábado, nuestro descanso (Hebreos 4:1-11; Marcos 2:28). Al arrepentirnos, pedir perdón, y aceptar a Cristo como Salvador con fe, entramos a ese reposo eterno, salvos del juicio venidero y no por guardar el sábado. El depender del Sábado, estaríamos bajo maldición  (Gálatas 3:10,11).  La salvación es por fe, no por obras (Efesios 2:8-9; Santiago 2:10).  Jesús es quien nos llevará al Canaán celestial,  al sábado eterno, el cielo.

    No coloquemos nuestra fe a un día normal de la semana como es el sábado,  ni lo adoremos, sino a Jesús  todos los días de la semana; porque él murió por nuestros pecados y con su sangre liberar a todo el que está en la esclavitud del pecado y la ley (Rom. 6:18-22). 
            
    “El día de reposo fue hecho por causa del hombre,  y no el hombre por causa del día de reposo” (Marcos 2:27).Por lo tanto, es insensato depender de la ley para la salvación (Romanos 8:3; Hebreos 7: 18,19).   



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