“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” Mateo 5:3.
Este versículo se refiere a Jesús. Lo toma para si mismo; el Altísimo se humilló por nosotros, se hizo hombre (Filipenses. 2:5-8). El da ejemplo en su propia vida. Siempre dependió de su Padre. Era rico pero se hizo pobre por nosotros “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”(2 Corintios 8:9).
Para nosotros: Como hemos notado, Jesús comienza con lo espiritual. Es la parte más importante del hombre (1Tes. 5:23). Pero es lo que más descuidamos. La verdadera bendición se vincula con el reconocimiento de nuestra necesidad espiritual. “afligido yo y necesitado” escribió David (Salmo 34:6). Es el grito de necesidad y dependencia. “Bartimeo el ciego… estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!”… (Marcos 10:46-52). Jesús se detuvo y lo sanó. Al contrario el rico orgulloso y auto suficiente, huyó vacío (Marcos 10:17-22). “A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos” (Lucas 1:53), “… ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!” (Marcos 10:24). Aún el indigente debe clamar perdón.
El deseo de clamar misericordia hace a la persona pobre de espíritu, entonces el señor actúa y da su consuelo. “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmo 51:17). Para ser bienaventurados, aceptemos lo que Jesús hizo en la cruz para salvarnos. Arrojemos nuestros pecados a él, diciéndole perdóname, entonces soy bienaventurado.
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