lunes, 16 de marzo de 2009

LA IRA DEL CORDERO

“Decían a los montes y a las montañas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero” (Apocalipsis 6:16).
Jesús durante su vida en la tierra, “angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías 53:7).
Su dulzura y su compasión ganaron el corazón de muchos. Desde hace más de dos mil años sigue llamando con bondad: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29).

Pero el tiempo de su paciencia llagará a su fin; la puerta de la gracia se cerrará definitivamente. Entonces este Cordero, despreciado por los hombres a quienes ha querido salvar, volverá para ejercer juicio. En efecto, Dios “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:31).
Ese día será terrible para todos aquellos que encuentren a Jesucristo ya no como Salvador, sino como juez. Ningún ser humano se logrará esconder; por tal motivo Dios le dice: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 4:7). "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira" (Romanos 5:8-9).
Lector, arrepiéntase, doble sus rodillas ahora en vida. Suplicando perdón, acepte a Cristo como su salvador y será salvo de la ira del Cordero.

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