“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna...”
Juan 5:24
Recordemos las palabras del
Señor Jesús citadas en el encabezamiento, y muchas otras: “De cierto, de cierto
os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna” (Juan 6:47); y a propósito de
sus ovejas: “Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las
arrebatará de mi mano. Mi Padre que me
las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi
Padre” (Juan 10:28-29).
¿Qué se deduce de estos
pasajes? Que alguien que oyó y creyó en el Señor Jesús ha nacido de Dios, del
Espíritu Santo (Juan 1:13, 3:6), por lo tanto nunca será condenado ni
perecerá. La certeza de tener la vida
eterna resulta de la enseñanza de la Palabra de Dios.
El apóstol Pablo nos dice:
“Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, nuestra vida,
se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en
gloria” (Colosenses 3:3-4). Todo aquel que toma el sacrificio de
Jesús, debe estar seguro de su salvación. Puesto que fue aquel que llevó
nuestros pecados en su cuerpo y resucitó.
Ahora está en el cielo y nosotros estamos unidos a Él como sus “miembros
cada uno en particular” (1ª Cor. 12:27). Cristo, ¿Dejaría perecer a uno de sus
miembros? Nunca, y sepa querido lector,
que usted tampoco perecerá, si hoy se reconoce pecador, se arrepiente de sus
pecados, pide perdón y con fe acepta a Jesús como su Salvador; para que en
adelante divulgue que Cristo murió por
sus pecados, que pertenece a Jesucristo;
demostrando con buenos frutos: el haber oído y creído a su palabra (Romanos 10: 9-15;
Mateo 12:33).
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo
las conozco, y me siguen” (Juan 10:27). “Estas cosas os he escrito a vosotros
que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida
eterna” (1ª de Juan 5:13).
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