Dios, en el
monte Sinaí dio la ley del sacerdocio. Su
función era interceder por el perdón de
los pecados, tanto de sí mismo como también del pueblo Israelita (Éxodo 19:5-6; 28:40-43). El sacerdote
tenía que sacrificar un animal como ofrenda por el pecado y la sangre era
introducida al lugar Santísimo; porque allí se mostraba la presencia de Dios.
Esta clase sacerdotal fue dada exclusivamente
a Aarón como sumo sacerdote y a sus hijos como sacerdotes. Solo la descendencia
aarónica, la familia de Leví podía ejercer esta función; Si otra persona lo hacía,
debía morir (Levítico 16: 6-15; Hebreos
5:1-3; Números 3:9-10).
Cuando Cristo
se entrega en sacrificio por el pecado del hombre, el antiguo sacerdocio queda nulo;
ya que Cristo al resucitar no entró en un santuario terrenal como lo hacían los
sacerdotes, sino que llegó al trono de su Padre, quien lo constituyó Sumo
Sacerdote, para mediar por nosotros; porque no entró con sangre de animales
sino por su propia sangre (Hebreo 10:
5-12; 4:14; 7:21; 9: 11-28). Jesús
es el camino al Padre (Juan 14:6;
1Timoteo 2:5,6 Hebreos 5:7-10).
Lector, no
queda otro camino que arrepentirse de sus pecados, aceptar a Cristo como su
Salvador para quedar perdonado y así usted también obtener el derecho de ser un
auténtico sacerdote, una nueva clase sacerdotal de todo verdadero creyente,
ordenado directamente por Dios, oculta por la curia romana. Además, en sus
oraciones tendría toda la plenitud para interceder por otros y dar a conocer
esta verdad de Cristo, quienes al oír y creer en el evangelio, irían al cielo (Mateo
6:6; Romanos 10:9-13; 1ª de Pedro 2:5; 2:9; Mateo 28:19).
Por lo tanto
todo hombre o mujer que se vista con túnicas para decir que es un sacerdote y
que dice representar a Dios, es falso. No
siga engañado. (1Corintios1: 26-31;
Lucas 24: 46,47; Hebreos Cap 7-10:22; Apocalipsis 1:6; 5:9-10). Para
anunciar el mensaje poderoso del evangelio no se necesita ser teólogo, ni
pertenecer a un clero, ni usar ropaje especial, basta con creer y aceptar el
sacrificio de Cristo para el perdón de los pecados, viviendo una vida en
obediencia a Dios. ¡Créale a la Biblia!
“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó
los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión” (Hebreos 4:14).
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