lunes, 19 de mayo de 2008

CRISTO PAGÓ NUESTRA DEUDA

CRISTO PAGÓ NUESTRA DEUDA
“Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos…
Siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5: 6 - 8)

Un predicador anunciaba el Evangelio en cierta ciudad cuando un hombre ebrio entró en la sala y provocó desorden. Trataron de hacerlo salir, pero él consiguió liberarse e hirió al evangelista. La policía tuvo que intervenir, y un mes más tarde este hombre se hallo ante los tribunales. Se le impuso una multa, pero como no podía pagarla, tendría que pasar algunas semanas en la cárcel.
El predicador asistió al proceso. Cuando se levantó la sesión, pidió que le permitieran pagar la multa. El juez vaciló, pero no se lo pudo rehusar. Hizo volver al condenado y le dijo: Usted está libre. Alguien pagó por usted. ¿Por mí? ­ ¿Quién quisiera pagar por mí? Aquel a quien usted hirió, respondió el juez. Conmovido y con lágrimas en los ojos, el hombre se volvió hacia el creyente y le estrechó la mano con agradecimiento.

Este relato nos muestra cómo el Evangelio concilia la justicia y el amor. El predicador no impidió la acción de la justicia. El hombre reconocido como culpable debía pagar la multa. En cambio el agredido, por pura bondad, quiso pagar en su lugar.
Ocurre lo mismo con Dios. Todo pecado debe ser castigado. Dios no renuncia a su justicia, pero por amor dio a su Hijo para que muriera en la cruz y cargara en nuestro lugar con el castigo de nuestras faltas. Así Jesucristo se hizo cargo de la deuda que habíamos contraído al ofender a Dios. Jesús pagó en nuestro lugar y somos libres de toda culpa, si creemos esta verdad.
Lector, como pecador reconozca ante Dios sus muchos pecados, agradecido por su perdón proclame esta realidad.

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