miércoles, 27 de agosto de 2008

EL PECADO DE LA IDOLATRIA

El hombre ha dejado de adorar al Creador de todas las cosas, para rendir culto a las criaturas. ¡Qué ignorancia! ¡Qué horrible pecado delante de Dios es la idolatría! (1ª de Corintios 10:14).
En la Biblia, Dios da la orden de no hacer imágenes ya sea en madera, yeso, o metal; no inclinarnos a ellas, tampoco honrarlas (Éxodo 20: 1 al 5). Pero el hombre ha desobedecido este mandato, por lo tanto, todo hombre está destituido de la gloria de Dios; porque ha creado su propio dios y rinde culto a lo que no tiene vida (Romanos 3: 23; 1:25).


La idolatría, es uno de los muchos pecados, que ha hecho que Dios juzgue al mundo para enviarlo al infierno, razón por la cual el ser humano es entregado a toda clase de maldad hasta que llegue el final de su existencia, donde su condenación será fatal (Isaías 44: 9 al 20; Salmos 135: 15 al 18; Romanos 1: 18 al 32).
El hombre se ha encaminado más y más a dar gloria a otras cosas que son parte de este paganismo (1 de Juan 2: 15-16;).
Toda forma pasiva o de euforia para aclamar a su ídolo, sea cantante, deportista, actor, etc. también es idolatría. Dios condena todo aquello que no honra su Nombre. (1ª de corintios 10:31; Santiago 4:4).

Querido lector, tome conciencia que por este hecho usted va camino a la condenación (Proverbios 14:12). No viva más en este error. No se incline ante los ídolos muertos, o mal llamados santos; aún Dios no quiere que hagamos de Él imagen para adorarle o clamarle, tampoco la de su Hijo, mucho menos la cruz debe ser objeto de adoración; porque todo es falsedad que lo conduce a la perdición eterna (1ª de corintios 8:4; 1ª de Pedro 4:3; Apocalipsis 21: 8; 1ª de Corintios 6: 9, 10).


Por fe crea que Cristo murió por sus pecados, al recibirle como su Salvador usted será perdonado, no solo por ser un idolatra, sino por sus muchos otros pecados. Doble sus rodillas directamente ante el Dios vivo que esta en los cielos y en el nombre de Jesús pida perdón, no espere más; porque su condena es inevitable. Tenga presente, que solo aquellos que tenemos a Cristo en nuestro corazón, lavados por su sangre, tendremos la dicha de permanecer eternamente con el Verdadero y único Dios (Efesios 2:8-9; Juan 1:12; Hebreos 9:28; Mateo 6:6; Juan 3:36; Filipenses 2:8,11; Apocalipsis 1:5; Romanos 5:8,9).

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