jueves, 5 de noviembre de 2009

¿EN LA RESURRECCIÓN DONDE ESTAREMOS?

“Vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” Juan 5:28-29).

El texto del encabezamiento afirma de la manera más clara que habrá dos resurrecciones, una resurrección de vida y otra de condenación. Estas dos resurrecciones estarán separadas por un periodo de por lo menos mil años (Apocalipsis 20: 5-6, 12-13).
Algunos dicen: -Estas palabras: “los que hicieron los bueno”; yo formo parte de ellos. A éstos el Señor contesta: “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado” (Juan 6:29). He aquí la primera buena obra que Dios espera del hombre: Aceptar a Cristo como sus Salvador.

Por más honorable que sea, el hombre es un pecador perdido, Sólo hay una liberación para él: la fe en el sacrificio de Jesús. Dios envió a su Hijo amado para que cargara con nuestros pecados y sufriera en nuestro lugar el terrible juicio. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”, “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (Romanos 5:8; 1ª Corintios 5:21).
Los que creen esta verdad tendrán parte en esa primera resurrección, para ir al cielo y reinarán con Jesús (1ª Tesalonicense 4:16-17; Apocalipsis 20:6).

La segunda es de condenación, esta reservada para los incrédulos, los que nunca se “arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos”, no aceptaron el sacrificio de Cristo para el perdón de sus pecados “Y los libros fueron abiertos… y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (Apocalipsis 9: 21; 20:12).
El infierno es una realidad, es un lugar terrible, en cambio el cielo es todo maravilloso ¿Donde estará usted? (Lucas 12:5).

DIO SU VIDA POR USTED

“Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez…para salvar a los que le esperan” Hebreos 9:28

Morir voluntariamente para que personas inocentes mueran… ¡que crimen atroz es este atentado suicida! El hombre no debe disponer de su vida ni de la de los demás, pues pertenece a Dios. Sólo Él la da y la quita.

Tal comportamiento es todo lo opuesto al Evangelio. Desde su gloria, Dios vio el estado de perdición en que los hombres habían caído. Nada le obligaba a ocuparse de nosotros, sino el hecho de que su santidad y justicia exigía un juicio justo. Pero Dios es amor y en lugar de condenar quiso salvar. Amó a los hombres de tal manera que envió a su Hijo al mundo para expiar los pecados de todos aquellos que crean en Él. Al entrar en el mundo Jesús dijo: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” (Hebreos 10:7). Esta voluntad tenía un doble aspecto: el Dios Salvador quería salvar a los pecadores, y la justicia de Dios exigía un sacrificio.

Cristo mismo se ofreció para ser ese sacrificio. El que era sin pecado cargó con los pecados de todos aquellos que creen en Él; los llevó como si fueran suyos. Entonces sufrió la ira de Dios. Y por esa ofrenda de sí mismo nos liberó del juicio que mereceríamos. Salvó a los que estaban perdidos y dio la vida a aquellos que merecían la muerte. No sólo los liberó “de la potestad de las tinieblas”, sino que también los trasladó “al reino de su amado Hijo” (Colosense 1:12-13). 

  Amigo que lee estas palabras, haga una oración con fe, clamando perdón, arrepentido de sus pecados, acepte 
   que, Jesús entregó su vida por usted y recíbalo como su  Salvador para  vivir eternamente con él. Luego de su 
   entrega al Señor, que bueno fuera que compartiera esta verdad a su familia, amigos y vecinos, y así recibir   
   muchas bendiciones del parte de Dios.

UN REFUGIO SEGURO

“¡Cuán preciosa, oh Dios es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas” Salmo 36:7

¡El granero estaba ardiendo! Con la energía de la desesperación, el granjero combatía el incendio que acababa de iniciarse. El establo, el gallinero y la casa misma estaban amenazados por las llamas.
Bomberos y voluntarios consiguieron finalmente dominar el fuego. El granjero, preocupado por sus animales, recorrió su hacienda: estaban a salvo, ¡qué alivio! ¿Pero dónde se hallaba la gallina blanca con sus ocho pollitos? ¡Ah! Ahí estaba muerta con las plumas chamuscadas. El granjero levantó sus alas inertes y ocho pollitos se escaparon piando, la gallina había reunido su pollada bajo sus alas. Ella habría podido correr fuera del alcance de las llamas, pero sus pollitos no tenían la agilidad necesaria. Para salvarlos, ella perdió la vida.

Jesucristo, el Hijo de Dios, dio su vida para salvar otras vidas. A fin de evitarnos el fuego de la ira de Dios, cargó con el juicio debido a nuestros pecados; en la cruz dio su vida en nuestro lugar. Mucho más allá de una sencilla protección, Él da una nueva vida a todos los que creen en Él. Salvado por la eternidad, el creyente conoce un refugio frente a los múltiples peligros de la vida; es lo que la Biblia llama “las alas” del Dios Todopoderoso. A causa de sus pecados toda persona está expuesta a soportar el juicio divino ¿Quién se atrevería a rechazar el seguro refugio que Dios ofrece gratuitamente?

Lector, cualquier otro medio de salvación que usted busque es imposible detener la ira de Dios. Todos necesitamos pedir perdón, arrepentidos por nuestros pecados aceptemos la salvación que Cristo ofrece, por fe acéptelo como su Salvador y estará bajo su protección toda la vida (Juan 10: 27,29).

OIR LA PALABRA DE JESÚS


“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna...” Juan 5:24
   Recordemos las palabras del Señor Jesús citadas en el encabezamiento, y muchas otras: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna” (Juan 6:47); y a propósito de sus ovejas: “Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.  Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:28-29).
  ¿Qué se deduce de estos pasajes? Que alguien que oyó y creyó en el Señor Jesús ha nacido de Dios, del Espíritu Santo (Juan 1:13, 3:6), por lo tanto nunca será condenado ni perecerá.  La certeza de tener la vida eterna resulta de la enseñanza de la Palabra de Dios.

 El apóstol Pablo nos dice: “Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”   (Colosenses 3:3-4).     Todo aquel que toma el sacrificio de Jesús, debe estar seguro de su salvación. Puesto que fue aquel que llevó nuestros pecados en su cuerpo y resucitó.  Ahora está en el cielo y nosotros estamos unidos a Él como sus “miembros cada uno en particular” (1ª Cor. 12:27). Cristo, ¿Dejaría perecer a uno de sus miembros? Nunca, y sepa  querido lector, que usted tampoco perecerá, si hoy se reconoce pecador, se arrepiente de sus pecados, pide perdón y con fe acepta a Jesús como su Salvador; para que en adelante  divulgue que Cristo murió por sus pecados, que pertenece a  Jesucristo; demostrando con buenos frutos: el haber oído y creído a su palabra (Romanos 10: 9-15; Mateo 12:33).

   “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27). “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1ª de Juan 5:13).